Quienes han trazado el ataque de Londres, como el de Manchester dos semanas antes, tenían una evidente intención “hackear” las elecciones británicas, como antes lo intentaron con las presidenciales francesas.
Emponzoñar los procesos democráticos con terror es ya una estrategia contrastada por los terroristas. Derramar sangre sobre el calendario electoral, aseguran en su propaganda, provocará una reacción violenta, traducible en apoyo a la extrema derecha, que redundará en ataques a mezquitas, pintadas racistas y asaltos a musulmanes.
Esto acelera la polarización social y la desconfianza entre las comunidades. Se proporciona material para campañas de propaganda argumentando que el Islam y la democracia occidental son incompatibles, enemigos mortales.
Manchester y Londres forman parte de un espacio cultural continuo que abarca París, Niza, Berlín, Bruselas y otras ciudades, en las que se incluyen las atrocidades de Madrid, que ahora nos parecen lejanas.
Un espacio cultural continuo, un espacio político europeo que, sin embargo, aún es incapaz de articular una respuesta común al terrorismo: esa es la alternativa que reclamamos.
Diferentes países europeos tienen diferentes políticas nacionales sobre la integración, sobre el laicismo, sobre el encarcelamiento de terroristas potenciales o sobre como afrontar la ambigua frontera entre doctrinas religiosas radicales e incitación ideológica al asesinato.
Estas distinciones que para las autoridades nacionales son importantes, resultan ser irrelevantes para los terroristas. Donde quiera que haya un grupo de jóvenes musulmanes a los que infundir una cultura de agravio, incubada en alguna combinación de marginación social y económica, hay reclutas.
Frente a esa tentación, frente a la amenaza se requiere una política común europea. Ningún gobierno europeo tiene un método fiable para neutralizar la amenaza por sí solo. Y ningún método puede tener éxito sin la colaboración a nivel europeo.
El desprecio con que la policía inglesa ha tratado la información italiana sobre el tercer terrorista identificado en Londres, los protocolos que han tenido a la familia de Ignacio Echevarría pendientes de su identificación, solo son síntomas de culturas provincianas, encerradas en si mismas, que no perciben la necesidad de acuerdos, políticas y legislaciones comunes.
Tenemos unas instituciones capaces de regular los cruces bovinos legales o ilegales pero incapaces de poner en común las políticas legales, policiales, criminales, sociales y culturales que nos permitan conciliar seguridad y libertad.
Los del Brexit, empezando por Teresa May cuando era ministra apoyaron el mantenimiento de la orden de detención europea en 2014 y la coordinación de la seguridad es una de las razones citadas para un Brexit blando y mantener algunas políticas europeas que beneficien al Reino Unido.
Sin embargo, las reacciones británicas, llenas de radicalidad prelectoral y de distracción de algunos errores, por cierto, siguen alejándonos de una política común. Los europeos y europeas estamos confrontados con esa obligación. Nos guste o no: solos no se puede.
Libertad Martínez