miércoles, octubre 2, 2024
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Señor Rajoy, quiero mi parte

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Parafraseando a Rafael Hernando, señor Iglesias, acepte su fracaso, Rajoy es el puto amo. Como el Pequeño Saltamontes de Karate Kid, se aprovecha de la espumosa fuerza de los demás para hacerles la llave del ‘Soto Gari’ y llevarlos a la lona sin despeinarse ni que se le descoloquen las gafillas de hipermetropía. Un crack. Lo único que objetar, el pequeño detalle de sesiones de ocho horas de sentada para acabar reforzando a Rajoy y ponerse en evidencia.

La evidencia son los compañeros de cama. O sea, los señores de Bildu y ERC, compañeros pestosillos; o no, según para quién, hay gente muy cómoda con ellos. Tras sacudirse el alienamiento que supone tragarse semejante ‘jartá’ de Parlamento, la moción ha evidenciado que Íñigo Errejón ya no está en la sala de máquinas. Es un vicio de los políticos españoles, este de hablar solo para su público, obviando que para sumar escaños igual lo que hay que hacer es ser inteligible o asumible para quien no te vota. Eso, que Errejón clamó en el desierto, ya es historia pasada en Podemos

Con un sorprendente giro de cintura, amague a la derecha y ágil parpadeo de ojos, Rajoy-Pequeño-Saltamontes ha usado el movimiento ‘Ashi Harai’ frente a la impulsiva acometida de Iglesias Turrión, para pasar a la historia –a pesar del colosal expediente de corrupción del PP– como el tercer presidente en 40 años de democracia que solventa una moción de censura. Podemos lo ha colocado empatado con Adolfo Suárez y Felipe González. Quédense, por favor, con este dato de los 40 años de democracia.

Iglesias, en su breve y concisa alocución (ya me entienden), aseguró que él representa a una nueva España, frente a otra que se acaba. Seguramente en un giro sutil como solo lo puede ser el parpadeo del Pequeño Saltamontes, decidió por eso aplastar a la audiencia con una bastante tendenciosa y plomiza clase de historia, para que sepamos bien qué España tan negra se acaba.

La España que quiere finiquitar Podemos está bastante clara. Es la que quieren finiquitar sus socios, recuérdese, Bildu y Esquerra Republicana de Catalunya. Los dos que quieren desmembrar la nación. Cualquier error, cualquier atrocidad, cualquier parecido a un agravio –que los ha habido, al igual que en la historia de todas las naciones del Planeta– se suma en la cuenta del debe de España, sin atención a contextos históricos ni piedad. La moción de Podemos no se quiso poner contra Rajoy –ya saben ellos que es un crack invencible del tatami–, sino contra esa España que quiere liquidar Iglesias Turrión. Una España que, un respeto, si nos ponemos a debes y haberes, lleva 40 años de Democracia en circunstancias de gran dificultad. Una de las peores dificultades, en las que la pusieron los inspiradores de Bildu, los asesinos etarras, que mataban allí y cuándo más daño podían hacer. Tampoco fueron muy amables con la Democracia los tipos del GRAPO, que alguna conexión remota tienen con la órbita de Podemos. Nadie le pide un debe a estos, sí a cualquiera que pasara por allí.

Resultó especialmente interesante la dogmática interpretación de la historia del siglo XIX, e incluso del XVIII, que hizo el doctor Iglesias Turrión. Hubo un momento en que no sabías si Cánovas del Castillo era el padrino de Rajoy y los dos eran de Salamanca (donde el Marqués) o si Tabacalera se vendió a Telefónica porque Primo de Rivera fumaba habanos y le echaba el humo en la cara a Indalecio Prieto con versos de Machado (de los cursis).

El revisionismo material de la Historia tiene mucho interés. Pero el objetivo de Iglesias Turrión era hervir una sopa en la que el sofrito subiera en la olla y todo pareciera una merienda de negros de sangre azul. Hubo un momento especialmente doloroso para quien firma estas letrillas. El líder de Podemos ejemplificó y personificó al mal. El malo de este país nació en el Barrio de Salamanca, fue a un buen colegio y tiene un De entre los apellidos.

¡Coño!

Que ese soy yo.

Entenderán que por mi cabeza pasara inmediatamente un sentimiento rabioso: ¡Papá, dónde está mi parte! ¿Acaso te la fumaste en habanos y cafés solos?

Como mi progenitor no está para preguntarle –no es cosa de hacer un guija porque a Podemos le de por montar una moción de censura–, exclamo, lleno el pecho de santa indignación: ¿Rajoy, que has hecho con mi parte del botín? ¿Botín? Ah, no, de ese apellido no habló Iglesias el «sans coulotte» del Congreso.

Un samaritano compañero de barra de bar me devolvió a la tierra. “No, hombre, ten en cuenta a Lorena Ruíz-Huerta García de Viedma, que fue mucho más moderada el otro día en su moción de censura local”. También me tranquilizó pensar que estamos en buenas manos, ya que Irene Montero salió de un buen –y caro– colegio y defenderá a los del mío, aunque el mío fuera más barato. O que, puestos a hablar de botines, el del padre de Ramón Espinar tampoco estuvo mal. Botín, una palabra popular últimamente.

Igual es que se trata de condenar a los hijos por los delitos de los padres. O estigmatizar a las personas por sus orígenes, raza o condición. Parece que todo va por ahí. No en vano, un día antes de la moción, uno de los socios de Iglesias Turrión alegó para justificar un referéndum ilegal que “los pueblos están por delante de las leyes”. Yo pensaba que ni delante ni detrás, la ley está para defender a los pueblos, porque si tenemos leyes privadas, eso se llama, en pura raíz romana, privilegios. Aunque los beneficiarios sean vecinos de Rivas-Vaciamadrid.

Joaquín Vidal

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