domingo, noviembre 24, 2024
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La fuente de la eterna juventud

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En el año de Nuestro Señor de mil quinientos y veintisiete, partimos buenos y esforzados españoles desde la ciudad que dicen San Lucas de Barrameda, al mando del muy noble señor Don Pánfilo de Narváez, en navíos construidos en las Reales Atarazanas, con el objetivo de explorar la Florida y hallar la fuente de la eterna juventud, cuyas aguas claras y frescas dizque son remedio y melecina de todas las enfermedades y males que aterran a los buenos cristianos.

Pero tras cruzar la mar oceana con derrota a las Indias, quiso la providencia que nuestro barco-tras pasar por un rio al que nombramos del Espíritu Santo (actual Misisipi)-, acosado por tormentas y vientos diabólicos, naufragara en una ínsula a la que pusimos por nombre de la Mala Suerte (Galveston). Aun así, pude verme rodeado de españoles de hombría como Andres Dorantes de Carranza, Alonso del Castillo Maldonado y el negro Estebanico, que dicen ser el primer natural de la África en hollar las Indias. Fuimos tratados por los indios llamados Carancaguas, que nos enseñaron las magias de la imposición de manos, de la que nos reíamos grandemente. Nos quitaban la comida por fuer de que hiciéramos lo que ellos mandaran, y nos repartieron como sirvientes entre las familias principales de ellos. Aprendimos la grande industria del mimbre y el comercio de conchas marinas con otros pueblos, lo que nos sirvió para conocer sus lenguas y pareceres.

Siendo nuestra fortuna tan penosa, remontamos el Rio Bravo y encontramos un país donde las praderas son más grandes que toda Castilla, donde deambulamos por años comiendo hierbas y pajarracos, estando tan famélicos y huesudos que más parecíamos fantasmas que cristianos. Allá los vientos son fríos o calurosos y la tierra fresca y dura.

Por los naturales del pais escuchamos la noticia de las siete ciudades de Cibola, donde el agua es similar al vino y el oro no causa pendencia alguna, pues se halla a ras de suelo. Tras largas jornadas de caminar, cuando ya nuestras almas nos preparaban para reunirnos con el Creador, Dios Nuestro Señor, fuimos a dar con otros indios a los que curábamos rezando el Páter Noster y el Ave Maria y ellos se iban confundidos y sin enfermedades, lo que producía alborozo entre los nuestros.

Convivimos con gentes nómadas que cazaban una especie de buey que llaman bisonte o cíbolo y cuya carnes es manjar para cualquier humano que se precie de llamarse como tal.

Tras un largo caminar, buscando las fuentes de la eterna juventud, dimos con un rio de alto caudal (rio Sinaloa) al que seguimos en curso, hasta dar con un pueblo o factoría de españoles, que nos recibieron con grande alegría y agasajo. Era el año de Nuestro Señor de mil quinientos treinta y seis. Habíamos pasado nueve largos años de exploración por las grandes praderas de la Indias del Norte. Mi gracia de pila es Alvar Nuñez Cabeza de Vaca, fiel servidor de Su Majestad Católica.

Alvar Nuñez Cabeza de Vaca, deambuló con sus compañeros nueve años-que se dice pronto-,  por lo que hoy es el territorio del suroeste de Estados Unidos y el norte de México. De quince hombres que sobrevivieron al naufragio, solo cuatro lograron volver. Realizó las primeras observaciones etnográficas de la zona y escribió un libro llamado Naufragios contando su aventura. Fue desterrado por el Consejo de Indias por imputaciones falsas-como tantos y tantos españoles que tanto hicieron por su país-, cuando en realidad lo que hizo fue reclamar y exigir ante las autoridades el cumplimiento de las Leyes de Indias, que protegían a los indígenas con los que había convivido tantos años. Fue el descubridor de las cataratas de Iguazú en mil quinientos treinta y siete en otra expedición en la que cruzó la dura selva paranaense guiado por indígenas guaraníes. Las describió así: «el río da un salto por unas peñas abajo muy altas, y da el agua en lo bajo de la tierra tan grande golpe que de muy lejos se oye; y la espuma del agua, como cae con tanta fuerza, sube en alto dos lanzas y más».

Murió en Valladolid, intentando que el Consejo de Indias reparase su honor, en el año de mil quinientos cincuenta y nueve.

Alvar Nuñez Cabeza de Vaca, fue uno de los españoles más valientes, agudos e inteligentes de la historia. Sus forzadas exploraciones por las grandes praderas pertenecen a la épica de toda la humanidad. Su espíritu de aventura y búsqueda de nuevos horizontes son el patrimonio de una nación,  España, que le tiene en el olvido, empeñada en renegar de su historia y sus grandes hombres.

¡Malditos sean todos aquellos que quieren romper esta gran nación y su historia!

José Romero

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