IU ha dejado de ser útil. El partido bisagra rechina por todos los lados. Su líder, Alberto Garzón, se ha dado cuenta de lo obvio: Pablo Iglesias no le quiere, porque el podemita quiere más a Pedro Sánchez, el flamante secretario general del PSOE refundado. Atrás quedaron los años dulces de la izquierda unida como referente, de las fiestas rojas y verdes de la utilidad de unos pocos para los más rebeldes, utópicos y auténticos. La Federación de Izquierdas está herida de muerte. Ya casi ni puede solicitar el voto para la izquierda izquierdista, porque ese espacio es de color morado.
Iglesias necesita acuerdos para desbancar a la derecha del gobierno. Y para eso ruega el apoyo socialista. Y a más a más, el de Ciudadanos. Pero no conseguirá ninguno porque, de momento, nadie quiere pactar nada, y menos con él. De aquella izquierda del califa rojo, de Julio Anguita, ya no queda nada. El germen de aquella coalición con carisma, que agrupó en Andalucía a los sindicatos del campo en una izquierda sólida contra el PSOE, ha desaparecido. Ya no queda ni rastro.
Alberto Garzón reunirá este fin de semana a los suyos para decirles que la cuenta está a cero, y así no se puede hacer nada de nada. Aquellos lodos generados por Llamazares y Lara son hoy unos barros que se pegan al asfalto y cuesta limpiar. El actual líder de IU ha pretendido abrir las puertas de la coalición, otrora muy cerradas, para darle significancia. Incluso se dejó manipular por Podemos en una alianza condenada al fracaso, que lo ha llevado a la travesía del desierto político más caluroso. Unidos Podemos, que comenzó su andadura hace un año, en mayo de 2016, ha sido un experimento con gaseosa que ha desgastado a la federación en credibilidad y visibilidad.
Y así, a la izquierda unida solo le queda volver al origen de los tiempos, es decir, a la recuperación de ideología y maneras. El informe interno que Garzón llevará mañana a la asamblea político y social, hace una llamada de emergencia a “fortalecer el perfil propio” y a trabajar en la imagen como partido independiente. Pero el líder de IU sabe que Pablo Iglesias es duro de pelar; un compañero de viaje obligatorio que incomoda y decide. Por ello, no le queda más remedio que mantener la alianza con Podemos de cara a las nuevas citas electorales.
En fin, que IU vuelve a situarse en la utopía necesaria. Ya lo dijo Anatole France: “La utopía es el principio de todo progreso y el diseño de un porvenir mejor”. Y Garzón se lo cree.
Fernando Arnaiz