lunes, noviembre 25, 2024
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Seriedad

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Me encuentro con un amigo que acaba de llegar de un viaje de placer a los EE.UU, concretamente a la ciudad del juego y la diversión: Las Vegas.

-¡Joder macho!-me dice con cara de cansancio por el largo vuelo-. No veas si son serios estos americanos. Cuando tomamos tierra nos pasaron a unos cuantos viajeros a un cuarto, donde un policía enorme nos acosó a preguntas para comprobar si era verdad que íbamos de turismo. Pero lo peor fue el último día. Cometimos la tontería de largarnos sin pagar el desayuno en el hotel-no estaba incluido-, ya sabes que la pillería española es legendaria; y nos largamos al aeropuerto. Tras realizarnos un cacheo exhaustivo-cualquiera dice algo, que allí te enchironan por nada-, nos dicen que no podemos coger el vuelo hasta que no paguemos el puñetero desayuno y la correspondiente multa ¡Vamos que de allí no salimos sin pasar por caja!

-¿Qué hicisteis?-pregunto yo.

-¡Ajo y agua, amigo! Pagamos ¡que se la va hacer! Aun así perdimos el vuelo y tuvimos que coger otro varias horas más tarde. Es que en otros países son serios, dignos de admirar; con su bandera en todos sitios, no como aquí. Está claro que es la única forma de que un país funcione ¡Que te cojan silbando su himno, veras lo que te pasa!

-¿Tú crees que en España somos poco serios?

-Claro-contesta mi amigo sin perder la compostura sin darse cuenta de que exige a los demás lo mismo de lo que peca.

Es muy curioso como los españoles, tenemos una especie de síndrome que nos hace creer que todo lo de fuera es serio y organizado y lo de aquí no. Desde luego es impensable que algo así ocurra en nuestro país, donde la gente entra y sale sin problemas aunque hayan cometido algún delito-no digo ya hacer un sinpa, que está a la orden del día-, o que se interrogue a alguien para comprobar si de verdad viene de turismo o a quedarse para disfrutar de nuestra sanidad-miles de mujeres marroquíes pasan a Ceuta y Melilla a parir, o jubilados ingleses que vienen de vacaciones para ser tratados de sus dolencias porque su sanidad es una mierda, por ejemplo-. Pero lo más increíble es que nos acusamos a nosotros mismos de ser un país sin seriedad, y lo más posible es que tengamos razón.

Pero analizando la cuestión llego a la conclusión de que los culpables somos todos nosotros. Hemos confundido la democracia con la falta de autoridad y la dejación de funciones como ciudadanos. Ese es el grave error cometido. Seguimos creyendo que es el Estado el que debe solucionar nuestras cuitas. En una dictadura, el Estado piensa por nosotros, nos dice cómo debemos actuar, como tenemos que comportarnos. Y eso es lo cómodo, ya que nos quita el compromiso individual convirtiéndonos en una pieza más del engranaje. Sin embargo, la democracia nos otorga individualismo-aunque luego se pretenda que no nos alejemos de lo políticamente correcto, que eso es otro cantar-, y la responsabilidad de nuestros actos. Por eso, es indispensable que el castigo a cualquier conducta delictiva o incívica sea muy superior a la de cualquier dictadura. Porque somos nosotros, como personas libres los que escogemos cómo comportarnos y el nivel de compromiso con la sociedad en la que vivimos. Y si existe el libre albedrío, también debemos ser tratados con mayor rigor cuando voluntariamente decidimos apartarnos de la convivencia pacífica que nos hemos autoimpuesto.

Así que cuando reclamamos seriedad a imitación de otros países, debemos realizar un ejercicio de introspección y analizar los pequeños actos cotidianos en los que nos vemos envueltos: no pagar el IVA al fontanero, arrojar desperdicios al suelo, no devolver el dinero de más que por error te han devuelto en la panadería… Pensar que la legendaria picaresca española-propia de otros tiempos-, no tiene cabida en una sociedad del siglo XXI.

Cuando nos percatemos de que la seriedad y la honradez debe estar en el comportamiento habitual de todos y cada uno de nosotros, podremos exigírsela a los que viene de fuera.

De nada sirve quejarse de lo de dentro y admirar lo de fuera, si pensamos que la pequeña trampa es asunto de espabilados y el que cumple con todo es un idiota.  Y prefiero no hablar del respeto a nuestro país y a sus símbolos, a los que se insulta constantemente en pro de una mal llamada libertad de expresión.

No es serio, no.

José Romero

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