Sin entrar, aún, en el fondo de la cosa por el que dos ediles madrileños han sido imputados por un juzgado, déjenme plantear, simplemente, la difícil situación en que ambos colocan a la Alcaldía de Madrid.
Ignoro que hay de ardid jurídico o de cinismo en el argumentario de Carmena. Lo que sí parece evidente es que su incapacidad para poner orden en su descompuesto grupo conduce a una falta de autonomía política impropia de una institución democrática.
En el municipalismo democrático, si alguien de una Corporación interpone querella, contra cualquier entidad, a espaldas de la Alcaldía, responsable de garantizar la integridad del patrimonio municipal, dura medio minuto. Y esto forma parte del fondo del que los ediles y su grupo no quieren oír hablar
La privatización de la asesoría jurídica, a más de una divertida contradicción ética y política de los ediles, es un ataque a la propia Alcaldía. Imputado e imputada recelan del juez nombrado por Carmena al frente de los servicios jurídicos; ningunean al coordinador municipal elegido por Carmena y desprecian los dictámenes de los servicios jurídicos.
La ciudadanía madrileña paga, para solaz de afamados bufetes, la desconfianza no explicada y el conflicto de gallos municipales.
En realidad, el comportamiento de Sánchez Mato y Mayer es una afrenta directa a la alcaldesa y un desprecio a los servicios públicos, sostenidos en la soberbia y la impunidad
En realidad, no veo ninguna diferencia entre el paseíllo gritón que acompañó a Cifuentes a la comisión de Investigación de la Asamblea de Madrid y la concentración más gritona aún que ayer recibió a quienes fueron reprobados por la mayoría municipal. Pero, al parecer, hay dos: el Sr Mato es un hombre honrado y es objeto de intimidación por parte de una jueza, quiero decir por el Partido Popular.
Me temo que ni una cosa ni la otra. No es honrada la opacidad y la deslealtad; y si vale el argumento, lo mismo podrán decir del Señor Sánchez Mato todos aquellos y aquellas frente a quienes se ha querellado.
Las concejalías de economía y hacienda tendían a ser discretas. Pero ya se sabe que Sánchez Mato vino a acabar con el sistema: es decir, a pagar deuda que no era necesario pagar, a no ejecutar el presupuesto de inversiones y a despreciar a todo el que pase por allí.
El toque de impunidad con el que suelen producirse todos los que poseen la verdad histórica ha llevado a concejal y concejala a vérselas en mal asunto. Prevaricar, malversar caudales públicos o delitos societarios son mala cosa, en un mundo de populismos judiciales donde hay concejales inhabilitados por doscientos euros.
Pero peor es oponerse a la propia doctrina. Si Montoro debe marcharse, Sánchez Mato y Mayer también. Si Dancausa debe dimitir; Sánchez Mato y Mayer, querellados por más delitos que la anterior, también; si nadie debe oponerse a una mayoría parlamentaria, a la mayoría municipal, tampoco. Poseer la verdad es una tarea tan ardua que no se resuelve con griterío.
En el lío del cambio madrileño, donde viven más familias que políticas, lo grave es enfrentarse a la única autoridad democrática que los Consistorios eligen. Todos y todas trabajan, a diferencia de otras instituciones, por delegación. Imponer la autoridad a golpe de contrataciones y «querellazos» es vulnerar la autonomía política de la Alcaldía. Un mal asunto.
A la imputación le sobra griterío y le falta ética; le sobran gritos de resistencia y le falta coherencia. Imputación, reprobación y griterío suelen ser parte del mismo proceso: una punible metedura de pata.
Juan B. Berga