domingo, noviembre 24, 2024
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La tumba del abuelo

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“Un infierno sobre la arena:
los hombres allí sobreviven bajo tiendas de fortuna
y chozas de paja que ofrecen una miserable
protección contra la arena y el viento.
Para coronar todo ello no hay agua potable,
sino el agua salobre extraída de agujeros
cavados en la arena”.

Robert Capa

Me gusta recordarle frente al mar. Herido, frente al Mediterráneo. La memoria es caprichosa. Cuando no cuenta con referencias ciertas tiene permiso para inventarse momentos. Cosas que quedan ahora escritas y que pasan a ser recuerdo fiel de una realidad que tal vez no existió así. Sólo tal vez.

El recuerdo me asaltó durante el reciente Congreso de CCOO. Pepe Alvarez habló, durante la inauguración, de fosas en las cunetas. Manuela Carmena habló de memoria. Yo pensé en mi abuelo. Herido, sentado frente al Mediterráneo. En las playas de Argeles-Sur-Mer. Perdedor de una guerra desencadenada por militares contra su propio pueblo.

A sus espaldas un inmenso campo de concentración. Hay que sacar agua salada de hoyos excavados en la arena y utilizarla para cocinar. Hay que racionar los escasos alimentos que llegan sólo de vez en cuando, en camiones destartalados. Hay que ver morir a los compañeros, de hambre, de disentería, de frío, de tifus. Y seguir viviendo. Hay que sobrevivir.

Más de 100.000 exiliados han sido cercados aquí con alambradas. Más de 550.000 malviven, huidos de la guerra y de la derrota en otros campos. Pero este es el más grande, el más conocido de todos. Por aquí ha pasado Robert Capa con su cámara y ha quedado reflejado el horror de los refugiados de la guerra.

Recuerdo cuando dejó Collado Mediano y trepó al Guadarrama para frenar el avance de las tropas franquistas. Pensó que serían sólo unos días, hasta que las tropas procedentes de Madrid, restablecieran  la legalidad republicana. Su mujer, sus hijos, no volvieron a verle. Ni vivo, ni muerto. Voluntario a los 42 años, no es extraño que los más jóvenes le apodaran el abuelo. Mi abuelo.

Algo ayudan, aunque de poco sirven, los barracones donde se juntan para hablar de política, de cultura, de la organización del campo, de la familia. Recuerdo a mi abuelo, en su “barracón de cultura”, charlando con el joven militante del POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista), llamado Vicente Ferrer. Quien iba a decir que pasados los años el joven trotskista terminaría convertido en apostol de las Indias.

Y me gusta recordarle junto a aquel jovencísimo José Luis García Rúa, al que recuerda que tiene la misma edad que el mayor de sus hijos y al que hace prometer que, si sale de ésta, irá a ver a Ascensión, su mujer y dará un beso en la frente a cada uno de sus tres hijos.

Otras veces recuerdo a mi abuelo charlando con Joaquín Puig, que salvaría luego la vida por los pelos al volver a España para ser condenado a muerte e indultado en el último momento. Su hijo, paradojas de la vida, fue el último ejecutado por garrote vil en la España franquista, Salvador Puig Antich.

Me gusta, sobre todo, recordarle frente al mar Mediterráneo. A él, un hombre de tierra adentro, de la Sierra de Guadarrama, de pinares y granito. Frente al mar que buscan cuantos huyen de las guerras, camino de México, Argentina, Cuba. Camino de Argel.

Guardo estos recuerdos, pero soy incapaz de imaginar donde se encuentra la tumba de mi abuelo. En eso la memoria no viene en mi ayuda. Nunca nadie en la familia encontró el camino.

Y se me ocurre que alguien tiene que buscarlo. No iré tras la tumba del Cid que, pese a todos los regeneracionistas, sigue sin contar con las famosas siete llaves. No. Iré al sepulcro de Don Quijote. La tumba de aquel soldado que partió a derrotar gigantes y topó con los tanques italianos y la aviación alemana y la mediocridad de las democracias europeas.

¿Qué a dónde vais?
La estrella os lo dirá: Al sepulcro.
¿Qué vamos a hacer en el camino mientras marchamos?

¿Qué? ¡Luchar! ¡Luchar!, y ¿cómo?
¿Tropezáis con uno que miente?,
gritarle a la cara: ¡Mentira!, y ¡adelante!
¿Tropezáis con uno que roba?
gritarle: ¡Ladrón!, y ¡adelante!

Miguel de Unamuno,
'Vida de Don quijote y Sancho'

Javier López

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