El gobierno de Rajoy sólo parece tener una táctica con Cataluña: la trinchera.
A la defensiva, no habla, criminaliza, pone pleitos, se cierra en banda y así consigue más secesionistas cada día. Este gobierno trabaja muy bien por el separatismo que Puigdemont. Un gobierno anti catalán, pero también anti-todo lo que se mueve, de un inmovilismo cansado, frustrante. Comprendo que no hay que transigir con la ilegalidad de un referéndum (herramienta que los autócratas adoran), pero hay caminos en medio que pueden ser explorados sin perder el genio ni la figura. Entre otras cosas, ser más simpático con todos los catalanes, sean del partido que sean, aunque no comulguen con el PP.
Si Cataluña se independiza deberían poner calles y monumentos a Rajoy, pues habrá sido su gran apoyo.
En Génova, no la italiana, sino la madrileña, cultivan un anticatalanismo primario, se escudan tras los procedimientos, tras el pensamiento muerto y yerto. Ni una idea, ni una palabra que denote cierta chispa, cierto fulgor de inteligencia. No hay vida inteligente en Génova para el problema catalán.
Pero tampoco es que haya mucha vida inteligente en la plaça de Sant Jaume, aunque por ahora lleven cierta folklórica iniciativa, lo que es natural pues el transgresor siempre tiene más atención de los medios que el aburrido registrador, notario o abogado del Estado. En el fondo estos secesionistas son de lo más españoles, son unos 'empecinados'.
Entre bobos anda el juego.
Todo esto de los independentistas es una pesadez, una postverdad y, como dije, ens roba temps para los problemas importantes, como el paro juvenil, los refugiados, la sequía y nuestra agonía climática. Pero Rajoy prefiere irse a Polonia, a un G 7, o 10, o lo que sea, o a su Galicia cubierta de eucaliptales para negocio de las celulosas donde hablará exactamente con las mismas personas de su entorno madrileñista, en vez de ir a Barcelona a hablar de verdad. Quizás crea como Aznar que España termina en el paseo de la Castellana o, como mucho, en Sanjenjo (que ahora parece que se dice Sanxenxo).
En fin, hay una palabra portuguesa, que podría se gallega, que define la actitud de Rajoy, como es «pasmaceira», ese pasmo de rey pasmado.
Jaime-Axel Ruiz Baudrihaye