El dolor i els penosos argumentaris dels fulls de ruta. Lo digo en catalán porque catalana soy, y lo digo con el mismo orgullo que me reclamo de la izquierda madrileña y de Madrid.
Vivía en el barrio en que ETA atentó en Hipercor y estaba en Barcelona cuando el atentado de La Rambla..Barcelona, donde crecí y fui educada, no es ciudad para el dolor, como no lo era Madrid, cuando volaron los trenes en el que viajábamos asiduamente.
Visto el terror así de cercano, como muchos, entenderán que las frivolidades y demagogias sobre el asunto me gusten entre poco y nada.
Construir hojas de ruta sobre el dolor , a golpe de demagogia, ayuda a justicieros y a despreciar el ejemplar comportamiento social”
Dicen los molones “anticapis” catalanes, con discurso comprado por mucha gente que Felipe VI es representante de venta de armas y el gobierno de Rajoy cómplice de los terroristas. Ni el gobierno catalán ni nadie han criticado tal argumentario.
Dicen los radicales de derecha que Colau es cómplice y se ríe de los atentados, por no poner los manidos bolardos. El PP de Madrid se ha desmarcado de esta opinión.
Colau no es , probablemente, la alcaldesa que yo elegiría, atrapada entre el dicho y el hecho, casi todos los días. Pero eso no le hace ni institucional ni políticamente responsable de una seguridad que corresponde a Gobierno y Generalitat.
La monarquía española no es, probablemente, un modelo de relaciones fraternales. Pero eso no le hace ni institucional ni políticamente responsable de vender acetona, butano y cuchillos a terroristas.
En una palabra, la necesidad de argumentar las hojas de ruta de unos y otros resulta tan agotadora como insoportable.
Barcelona, Cambrils y sin olvidarse de ellos, muchos y muchas musulmanes de Cataluña que sufrirán los habituales y sectarios daños ocasionales, no se merecen ser pasto de las hojas de ruta.
Tiempo habrá, y debe haberlo, para saber por qué nos hemos equivocado en muchas cosas. Lo escribo en plural porque no me anima la caza justiciera de responsables. Los datos revelan que ni súbita fue la radicalización ni la preparación del atentado. A unos y otros – jueces, policías de todo tipo y sociedad civil – se les han escapado datos que hoy parecen sorprendentes pero que, en nuestra vida cotidiana, pueden pasar desapercibidos. La sorpresa de los agentes públicos, sociales y cívicos de Ripoll son un buen ejemplo.
El imán, la acetona y el butano, la explosión de Alcanar, los viajes de los terroristas… Si; nos la han colado: solo en las películas americanas los malos son tontos. Pero, estimados y estimadas lectoras, eso no justifica ni la hoja de ruta de Puigdemont, ni de los radicales de derecha o del anticapitalismo universal.
De todo habrá que hablar, pero sin dejarnos llevar por justicieros ni por quienes cosechan para su huerto cualquier acontecimiento, especialmente si hablamos de terrorismo. Quizá convenga que les digamos a quienes construyen hojas de ruta sobre el dolor que nos tienen hartos y hartas.
Libertad Martínez