A Europa no le interesa el proceso catalanista, ni muchas otras cosas de andar por casa. Puigdemont se empeña en ofrecer butifarra blanca en los países nórdicos sin éxito de convocatoria y sin presencia política. El President, a un mes del referéndum, solo es capaz de barrer en casa, pero mal porque se deja mucho polvo en las esquinas. Esta semana ha viajado a la capital danesa para vender su idea nacionalista, pero ni fueron, ni le esperaban. El gobierno local ignoró semejante piscolabis y ninguneó de lleno a la delegación nacionalista. Y es que estos nórdicos, tan metódicos y realistas, tan serios y cumplidores, no están para tonterías.
Carles Puigdemont se ha crecido. Inaugura embajadas catalanas a diestro y siniestro en la vieja Europa, instala mercadillos callejeros con la señera en el mástil y regala cerveza culé por aquí y por allá. Pero esto no es suficiente. El líder catalán no ha parado este verano y le espera un otoño maravilloso. Ha conseguido, con máximo empeño y lejos de encumbrar a la policía catalana, montarle a los Mossos un lío formidable con la inestimable ayuda de su consejero Forn, otro librepensante.
Ayer nos enteramos además que los servicios de inteligencia de EEUU (esos sí que son inteligentes) habían alertado en mayo de un posible acto terrorista en la Ciudad Condal. Veremos las consecuencias. Y a todo esto, que ya es más que suficiente, lejos de buscar la unidad, discute con sus socios, el Gobierno central, el vendedor de las urnas y con el Sursum corda si es necesario. Puigdemont, en la cima de la estupidez, anuncia en las redes sociales que es “absolutamente indispensable” dotar al futuro país catalán de un ejército eficiente con inteligencia militar, vamos, con capacidad para pensar, como los americanos, digo yo. Y de vez en cuando, este político oblongo, entre frase y frase genial, utiliza nuestro querido modo condicional: habría, tendríamos… Un tiempo verbal tan español y tan inútil, que denota incapacidad, pero ganas y sobre todo ilusión: cariño habría que lavar el coche. Y de la CUP ni hablamos.
¿Pero de verdad algún catalán con criterio puede dar crédito a semejante tropa de improvisadores, vendedores de ilusión embotellada y gestores de humo negro? Basta ya por favor. ¿Es que nadie, y cuando digo nadie, es capaz al menos de reconocerles tanta incapacidad política, pero así, de manera directa? Oiga, señor Puigdemont, no diga más tonterías por favor que el verano se acaba y comienzan las clases. Lo único que tiene el máximo responsable de la Generalitat son 6.000 urnas y un deseo soberanista que le llevará a la tumba de los desamparados.
Fernando Arnaiz