domingo, noviembre 24, 2024
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El miedo

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El miedo es posiblemente la emoción peor valorada por la sociedad. Curiosamente, en las sociedades actuales está mal visto tener miedo. Se ha podido ver en el lema de la manifestación que supuestamente era de condena a los atentados terroristas de Barcelona (aunque la verdad, degeneró en una manifestación contra el Rey y España, por culpa del odio de los separatistas). “No tengo miedo”, rezaba el lema. Parece ser que ser cobarde o cuando menos cauto ante una situación de peligro, te retrata como una especie de monstruo antisocial, en una valoración ética alejada de la realidad. El miedo es necesario. Nos hace que huyamos para salvar la integridad física ante un peligro, o que vayamos con cuidado ante una situación comprometida. Sin miedo no existiríamos como especie, hace tiempo que nos hubiéramos extinguido. No hubiéramos huido ante un ataque de fieras salvajes, por ejemplo. Tampoco saldríamos corriendo ante un incendio, una inundación, un tiroteo o una furgoneta a toda velocidad atropellando gente. Incluso los animales huyen ante el fuego.

Los militares y agentes del orden saben muy bien que el mecanismo de defensa ancestral conocido como miedo, solo se supera con entrenamiento continuo para enfrentarse a las situaciones donde perder la vida o resultar herido, puede ser cotidiano. Entrenamiento y conciencia de grupo, es decir: tu sacrificio como ser humano, como entidad biológica, puede ser aceptable si es para proteger o defender un bien o una idea superior a ti mismo. Por eso, esa misma sociedad que proclama arrogantemente “no tengo miedo”, delega en hombres y mujeres (militares y policías) su propia defensa. Porque están entrenados y preparados para asumir el miedo y no paralizarse ante el peligro. Porque “no tengo miedo”, no es más que un lema-bonito pero inútil-, y la realidad es que el hombre y la mujer normal, que es electricista, empleado o camarero, si tiene miedo. Porque esos policías y militares corren hacia el lugar de donde los demás huyen, muchas veces cobrando un sueldo miserable, impulsados por el sentido del deber hacia sus conciudadanos.  Yo mismo he sentido miedo en algunas ocasiones-más de las que me hubiera imaginado-, pero el deber y el juramento que hice hace años, me ha obligado a correr hacia el peligro. Y tuve miedo, porque soy humano. Pero, consciente de cuál es mi deber, tuve que agarrar el miedo por los huevos y dejarlo en un rincón.

Imaginen por un momento a ese policía o militar que se ha jugado la vida, o que ha visto cosas que nadie debería ver nunca, cuando llega a casa. Tiene hijos como los demás, está pagando una hipoteca, como todos los demás, y quiere ver el partido de futbol o cenar en un restaurante con su pareja, como todo los demás. No son superhéroes de piel de acero en la que las balas rebotan, ni siquiera tienen poderes especiales. Son como todos los demás y aspiran a jubilarse y marcharse a la casita de la playa o del pueblo como todos los demás. Y saben que mañana podrían perder todo eso, pero seguirán cumpliendo con su trabajo.

Como debe ser.

Así que dejémonos de hipocresías baratas. El miedo existe-¡gracias a Dios!-, y expresar que no lo tenemos es mentira. Los únicos que no tienen miedo a morir son los terroristas y ante eso, lo único que podemos hacer es cumplir sus deseos como hicieron los Mozos de Escuadra, y mandarlos al infierno, porque no creo que los asesinos vayan al paraíso, de eso estoy completamente seguro.

José Romero

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