Mi sobrino Evaristo me dice que él es un “europeísta total”. Quiere una Unión Europea que pueda medirse de tú a tú con China, EEUU, Rusia o la India. Quiere que Bruselas sea nuestro Washington y Madrid su Miami o Dallas.
No le asustan los hombrecitos de negro de la Comisión y piensa que una Europa unida sería un Estado social modélico, democrático, respetuoso de los derechos humanos y de las minorías, una potencia económica poderosa, un gran contribuyente a la cooperación internacional y el verdadero líder del mundo globalizado
Yo pienso como él, pero hay que hacer unos cuantos esfuerzos. Los más europeístas vieron la llegada de Trump y el Brexit como incentivos para profundizar la UE. Hay que aprovechar, asimismo, dicen, una economía europea que crece ahora más que la de los EEUU.
Además, Washington no puede ser un líder mundial y occidental con Trump. El dictador norcoreano, Kim Jong-un, dice que Trump le ha declarado la guerra por Twitter. Eso demuestra lo aislado que está. Trump ha declarado la guerra por Twitter a todo el mundo: también a los mejicanos, a miembros de su gobierno, a la UE, a China, a todo el que se le pone por delante. Incluso a los jugadores de futbol norteamericanos que protestan por las violencias policiales contra los afroamericanos.
Sin embargo, Trump no hace más que rectificar afirmaciones y promesas electorales. La realidad es tozuda. La OTAN ya no es obsoleta, Putin tan bueno, China tan mala. Es en política interior, especialmente en derechos individuales, donde más daño está haciendo. Sin embargo, tarde o temprano, Trump dejará la Presidencia. Es de suponer que su sucesor querrá recuperar un liderazgo sensato.
¿Cuánto tiempo el Brexit conseguirá mantener la unidad del resto de los miembros de la UE y en que temas? Theresa May suavizó en Florencia su postura deseando importantes vínculos con la UE tras el divorcio y pagando sus deudas. Ya no quiere un Brexit duro. Incluso, hay quienes creen que, al final, la salida de la UE acabará por no consumarse. No piensan, sin embargo, lo mismo los duros de su gobierno. No obstante, la UE no debiera aceptar a un RU a medias dentro. El “corte” debiera ser nítido.
Reducidos estos incentivos anglosajones para una UE más fuerte y unida, nos queda la esperanza de Macron, el único líder europeo elegido con un programa claramente europeísta. Quiere un importante presupuesto común, un ministro de economía y finanzas de la Eurozona, un Fondo Monetario Europeo, una defensa común para los que quieran y puedan. Comparte el sueño de Evaristo.
Sin embargo, hay dos importantes obstáculos por superar. Uno es el de si pueden unos cuantos adelantarse o han de avanzar todos juntos. El Presidente de la Comisión, Juncker, piensa esto último y si el Reino Unido se va de verdad, su ausencia debiera reducir el imperativo de avanzadillas ya que Londres ya no estará para retener al grueso del pelotón.
Más importante será el obstáculo alemán. Una Alemania con gobierno socialdemócrata, con otra “Grosse Koalition” o con una Merkel poderosamente victoriosa en las elecciones de su país hubiera podido seguir decididamente, aunque con recortes, la hoja de ruta europeísta de Macron. Nada de eso ha ocurrido.
Merkel, victoriosa pero debilitada, difícilmente podrá andar por Europa cogida de la mano de Macron. A este último le corresponderá ser más zalamero o tendrá que adaptar sus planes a las rebajas alemanas mientras soporta el desgaste de su reforma laboral y de la reducción del aparato del Estado, el más grande de la UE.
¿Será factible una Defensa Europea? Sin duda. Los europeos deben agrupar sus fuerzas armadas sin por ello renunciar a la defensa continental de la Alianza Atlántica donde han de hablar con una sola voz. Deben los europeos apoyar una industria de defensa suya y fuerte lo que atentará a bastantes intereses nacionales. El conjunto siempre sale ganando, aunque no todas las partes a la vez. Tendrán que fusionarse estas industrias como en Airbus, donde está España.
Ahora bien, si los objetivos de una gobernanza económica se viesen reducidos, también lo serán los de una defensa europea porque esta última necesitará de fondos europeos que ahora no le estarán disponibles con la misma generosidad.
“Hay que construir Europa poco a poco”, me dice filosóficamente Evaristo mientras contemplamos juntos la estatua de Lincoln en su memorial de la capital estadounidense. “¡Ese sí que tuvo pelotas!”, exclama. “Eran otros tiempos”, le contesto, mientras recuerdo a una catalana en la tele que tras afirmar que no era independentista, preguntaba escépticamente: “¿Qué me aporta España?”. Tremenda interpelación a estas alturas de la película cuando el Gobierno de la Nación parece haber perdido su autoridad en Cataluña…. Ahora le aporta Europa, luego ya veremos. La ignorancia y la demagogia dañan mucho.
Carlos Miranda es Embajador de España.
Carlos Miranda