lunes, noviembre 25, 2024
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¡Ni aquí, ni en la Conchinchina!

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El 31 de agosto de 1858, España y Francia mandaron una fuerza expedicionaria mixta a la Conchinchina (actual Vietnam), con el pretexto de vengar los asesinatos de varios religiosos católicos, un Obispo español entre ellos.

España envió desde Manila al vapor Jorge Juan, a la que más tarde se unirían la corbeta Narváez y la goleta Constancia. Como fuerza de infantería, un regimiento de infantería, dos compañías de Cazadores, tres secciones de artillería y su correspondiente fuerza auxiliar

Napoleón III, Emperador de Francia-mucha Republica. Muchos valores democráticos y mucha hostia, pero a los gabachos les ha gustado un huevo eso de tener un imperio-, reclama a Isabel II, que le ayude en la empresa. Al gobierno español-que dicho sea de paso, le traía al pairo que hubiesen matado a un Obispo-, actúa con el habitual complejo de inferioridad que ha caracterizado la política española los dos últimos siglos, accediendo a poner las tropas españolas bajo mando extranjero, sin conocer siquiera el verdadero motivo de la expedición, que no era otro que ganar otra colonia al imperio francés eso sí, con la sangre de nuestros soldados.

El caso es que 1500 españoles son removidos de su destino en Filipinas, cuando más faltan hacían para mantener a raya a los rebeldes y son enviados a defender los intereses de Francia, olvidando los nuestros.

En todo momento, los soldados españoles-valerosamente conducidos por el Coronel Bernardo Ruiz de Lanzarote-, dan pruebas de su valor y heroísmo. El 17 de febrero de 1859, el Coronel, junto con un puñado de hombres, repele en Saigón-¿les suena?-, sable en mano a una columna de “charlies”, compuesta por 1000 hombres.

Tras una negociación de paz-de la que el gobierno español se enteró por la prensa francesa-, se consigue una tregua  que se rompe en septiembre de 1859,  con un fuerte ataque de los vietnamitas. El Contraalmirante francés Grenoully- muy avispado el hombre-, coloca a los españoles en primera línea como carne de cañón, no fuera a ser que le hicieran daño a alguno de sus hombres y claro está, los iberos se defienden como leones y detiene el ataque.

El 23 de marzo de 1862, el enemigo se rinde y el 14 de abril se firma la paz sin presencia española. Francia tiene una nueva colonia-ya le darían años después en Dien-Bien Fu-, y España decenas de soldados muertos o heridos ¿Truco o trato?

Vaya al finalizar estas líneas el reconocimiento, a los militares españoles que lucharon heroicamente en aquella desgraciada contienda, y la maldición para todos aquellos políticos que la consintieron.

¡Una más en la historia de España!

José Romero

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