miércoles, octubre 2, 2024
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Tristemente alegre

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Esta semana pasada he leído con verdadero interés la entrevista que publicaba El Mundo y que firmaba la periodista Irene Hernández Velasco, así como otras muchas informaciones de prensa relacionadas. El protagonista era Luis Alegre,otro líder caído de Podemos, una víctima más de la testosterona política que imprime su macho dominante, Pablo Iglesias.

En la entrevista le preguntaban si hay políticos en el armario y el entrevistado  respondía: “No se sabe. Lo que sí es seguro es que si en un espacio político no hay ningún gay visible, ahí hay un problema”. Entonces la periodista insistió:¿Hay algún partido político sin gays?, y Alegre dijo: “Creo que Ciudadanos. No quiero difamarles, pero ahora mismo no me viene a la cabeza ningún gay en el partido de Albert Rivera”.

Es evidente que este supremacista de la izquierda, este filósofo que no estudia, ignora que Ciudadanos es un partido que incluye la cuestión gay en su Ideario  Político, que cuenta con una Secretaría Nacional para temas LGTBI encabezada por la diputada Patricia Reyes, que integra a miles de afiliados y cuadros abiertamente LGTBI y que ha sabido defender como ninguno los derechos de este colectivo, pero ese es otro debate. Tampoco voy a dar la lista de los cargos públicos abiertamente gays de Ciudadanos porque me parece sumamente aburrido (son demasiados) y propio del circo sin contenido de esta izquierda enloquecida; pero la insinuación de Alegre –no quiero difamar pero difamo- solo pone de manifiesto su desprecio por las personas LGTBI que trabajamos día a día en Ciudadanos. Es decir, su insinuación sobre Ciudadanos me parece profundamente homófoba.

Quizá el problema sea que, ni con “piquitos” parlamentarios entre “heteros”, la formación política morada ha sido capaz de impedir trasladar al exterior una imagen machista y heteronormativa de sí misma. Esta singular cara heterocentrista y masculina de la organización populista se hace patente de una manera nítida y tangible a cada momento, a pesar del relato de laboratorio que se intenta articular, obsesionado con “feminizar” la política, aunque sólo sea discursiva y cosméticamente. Lo intenta, pero no lo consigue. Es más, Podemos se aleja sin pausa de la imagen feminizada que busca, transversal, diversa y próxima al colectivo LGTBI y al feminismo inclusivo, que no de su nuevo“feminazismo”, en mi opinión nada democrático y poco femenino.

A mi juicio, Pablo Iglesias es el principal responsable de esta deriva“machirula”, aunque no el único. Sus maneras y sus acciones son percibidas, en demasiadas ocasiones, como machistas, como heterosexistas. Ya escribí en este diario que, según él, en su lucha y actividad políticas habían sido esenciales su masculinidad, su fuerza y sus hormonas; es decir, su capacidad corporal para ejercer la violencia física. Permítanme, queridos lectores, que acuda a la vulgaridad para expresarme y afirmar que en la política española Pablo Iglesias es sin duda “quien la tiene más grande”. Pablo es nuestro macho alfa.

Pero vuelvo al principio. Luis Alegre, profesor de filosofía de la Universidad Complutense, fundador de Podemos y ex secretario general de Madrid, ha reaparecido en los medios nacionales por publicar un ensayo –que todavía no he tenido el gusto o disgusto de leer- titulado “Elogio de la homosexualidad” que, según el propio Alegre, no es sino una especie de guía hacia la revolución contra “el hombre de verdad”. Sólo he accedido al ensayo del profesor a través de los medios de comunicación, pero leo cosas como que “los homosexuales hemos hecho más libres a todos” o, lo que me más aterra, que “En algunos conceptos … se puede hablar de superioridad homosexual

Como ciudadano y como persona homosexual me desmarco por completo de las afirmaciones supremacistas de este filósofo de salón, escaño y petrodólares. Y digo esto último porque la única distinción destacable que ha obtenido este profesor de “la Complu” -junto con su mentor, el también profesor Fernández Líria- fue el Premio Libertador al Pensamiento Crítico (2010), otorgado por el Ministerio de Cultura venezolano y que dota a los ganadores con, nada menos, que 150.000 dólares. Naturalmente, en el currículum de Alegre figura haber formado parte del Consejo Ejecutivo de la Fundación Centro de Estudios Políticos y Sociales (CEPS), tan beneficiada económica y políticamente por el peor chavismo.

Pero, al margen de estas bagatelas, analicemos las dos frases de marras: “los homosexuales hemos hecho más libres a todos” y “se puede hablar de superioridad homosexual”. En mi modesta opinión –no soy filósofo de la Complutense ni líder desengañado de Podemos- lo que nos ha hecho más libres a todos es el debate y la lucha por la igualdad de los derechos del colectivo LGTBI y contra la homofobia, en el contexto de la defensa y el ejercicio de los derechos humanos, civiles, políticos, sociales y culturales; no nos han hecho más libres las personas por el mero hecho de ser homosexuales, lesbianas, bisexuales, transexuales o intersexuales, sino la defensa de su dignidad, su igualdad y sus derechos. Me sabe mal recordar que fuimos “nosotros”, los gays colaboracionistas, los que, durante la II Guerra Mundial y de la mano de los nazis, identificábamos (por nuestra experiencia y sutil sentido del reconocimiento) y sacábamos a los homosexuales de las filas de judíos y otros desdichados que marchaban al exilio, para meterlos directamente en campos de concentración y exterminio.

Dicho esto, estoy seguro de que la reflexión filosófica y política sobre la identidad, la sexualidad, el sexo, el género o los roles, propuesta como consecuencia de “cuestión homosexual”, ha incidido decisivamente en la transformación de los paradigmas que nos afectan a todos y, en consecuencia, ha contribuido al progreso y bienestar de las relaciones entre todos los ciudadanos; y ello, al posibilitar la plena aceptación de la totalidad de sus miembros, sin importar ya las diversidades sexuales de cada uno de ellos. Respecto de la heterosexualidad, entiendo que la reflexión gay ha alumbrado la oportunidad de una mayor plasticidad en sus roles, lo que facilita a su vez la existencia y la naturalización de la diversidad dentro de la propia heterosexualidad, con lo que ello supone de mejora y ampliación en sus posibilidades identitarias y relacionales.

Estoy convencido, en fin, que los avances y la normalización –legal y social- del hecho homosexual en la sociedad española han ayudado a repensar y a conformar las bases de una nueva masculinidad que, efectivamente, no tiene ya que estar basada, como en el caso de Pablo Iglesias, en la supuesta superioridad de la agresividad hormonal del macho. Ahora bien, de ahí a establecer por contra, como hace alegremente Alegre, la superioridad de la persona homosexual (en algunos aspectos conceptuales, los que sean) por el hecho de serlo, hay una distancia insalvable, ética y filosóficamente, que jamás querré ni podré cruzar. Es más, diré que este tipo de reflexiones, quizá bienintencionadas, hacen mucho daño a la lucha por los derechos de las personas LGTBI pues, al afirmar la superioridad homosexual (aunque sea conceptualmente), suponen, a su vez y necesariamente, declarar implícitamente la inferioridad de la heterosexualidad, lo que, además de ser extremadamente falaz y peligroso, alimenta y da alas al discurso fácil de la homofobia.

Como abogado sé que existen personas, hombres y mujeres, heterosexuales, gays o lesbianas, que son asesinas o ladronas o maltratadoras o, simplemente, malas. Al igual que no hay una superioridad de las mujeres sobre a los hombres o de los negros frente a los blancos, no la hay de los homosexuales sobre a los heterosexuales. Hay personas buenas y justas –es decir, tal vez superiores éticamente- y personas despreciables, en todos los órdenes, lugares, colectivos, razas, géneros, sexualidades y sexos.

En mi forma de entender el mundo, lo que nos hace más libres a todos son las luchas ganadas por los derechos de todos y, especialmente, de los oprimidos, los marginados, los silenciados; es decir, de los inmigrantes, los negros, las mujeres o las personas LGTBI.

Termino mi crónica de hoy acudiendo, como tantas otras veces, a don Miguel de Cervantes, siempre tan sabio y socorrido, para decirle a mi querido Alegre que no lo sea tanto y que no confunda las luchas con las personas, pues “Es tan ligera la lengua como el pensamiento, y si son malas las preñeces de los pensamientos, las empeoran los partos de la lengua”.

Ignacio Perelló

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