miércoles, octubre 2, 2024
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La presidencia y Macron

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La Presidencia de la V República francesa es uno de los grandes trabajos de De Gaulle. Su obra más completa. Su trabajo más distinguido. El general, que en realidad era solo coronel, consiguió una República escandalosamente monárquica. Una orgía de perfección. En cierta ocasión le preguntaron por qué la había limitado a dos mandatos de siete años y contestó que catorce años era el tiempo medio de los grandes reyes franceses. Su eterno rival, Mitterand, la definió como un golpe de Estado permanente y luego la disfrutó de forma lujuriosa y fue el que más tiempo ejerció el cargo. Francia ha sido nuestra rival en la historia, nuestro difícil vecino, pero nunca se debe olvidar lo mucho que tiene de gran país, gran cultura y gran política.

Hoy funge como presidente Emmanuel Macron. Tras una campaña presidencial llena de trampas, traiciones, sombras, conspiraciones, destrucciones personales y políticas, sorpresas primarias y batallas llenas de heridos y muertos, ganó aquel al que meses antes nadie esperaba. Venía de la izquierda, pero sus relaciones con el peculiar capitalismo francés eran y siguen siendo rotundas. Los compañeros de sus rivales se encargaron de alisarle el camino. El socialismo eligió como candidato a su hombre menos competente y radical al que al día siguiente sus compañeros dieron la espalda seguidos sin mucha diferencia de tiempo por los propios votantes. La derecha votó abrumadoramente a Fillon, parecía que partía como claro ganador. En este caso no es que le dieran la espalda, simplemente desplegaron las navajas. Era la segunda vez que Fillon ganaba unas elecciones internas y los lobbies del centroderecha decidieron que no. Por razones oscuras y en la oscuridad han quedado. No era el adecuado. Le sacaron todas las miserias posibles, del mismo orden que aquellas por las que tuvieron que dimitir cuatro ministros centristas del primer gobierno Macron a los quince días de ser nombrados, cosas que son antipáticas y feas aunque no ilegales y en las que participa de una u otra manera absolutamente toda la política francesa. Habrá que estudiar cómo son y a qué responden los grupos de presión internos del centroderecha francés. Era la segunda ocasión en que se la jugaban a Fillon. Una vez más se demostraba que el enemigo casi siempre está a tu lado.

Hoy Macron se mueve en la misma estela de los dos presidentes de la izquierda que ha tenido esta República Francesa, ha salido con los votos de la izquierda, sobre todo en la primera vuelta, y se ha precipitado en los brazos de la agenda de la derecha. En sus puntos más duros. De la misma manera que Mitterand a los dos años de mandato condujo a Francia por la vía de la inteligente y dura  austeridad y que Hollande, un presidente mal considerado pero que hizo el difícil trabajo que le tocó en suerte de manera aseada, que también aceptó que lo inevitable que pasaba por el buenismo electoral ni por el desenfrenado aumento del gasto para contentar a las organizaciones extractoras de las rentas públicas. Macron se ha adelantado, no ha hecho el menor guiño a sus votantes y ha encarado dos asuntos que son vitales para Francia, vitales en sentido estricto, y que hacen inviables la medias tintas: la reforma laboral y la mejora de sus relaciones con Estados Unidos. Dos movimientos críticos que ha preferido realizar al principio de su presidencia para que sus efectos electorales queden lejos de las convocatorias futuras. La reforma laboral planea la política gala hace más de dos décadas. Se ha llevado por delante a ministros y ha torcido la muñeca de presidentes, pero nadie que conozca la economía francesa y sea sincero discute su necesidad por encima de lógicas resistencias. La mejora de las relaciones con Estados Unidos son un imperativo estratégico. Tal y como está el mundo se deben coordinar los esfuerzos para combatir los evidentes peligros en el escenario internacional de hoy. Aunque sea el controvertido Trump el interlocutor del otro lado del charco. Macron con serenidad y decisión ha ido por el camino que no le decían las encuestas.

Veamos con el tiempo como resulta. Tiene una abrumadora mayoría parlamentaria, hace lo difícil al principio, seguro que piensa que le quedará tiempo para los guiños y la adulación al electorado y que sus medidas tengan efecto para dar trabajo a los casi cuatro millones de parados franceses . Macron todavía es una incógnita en muchas cosas, pero se enfrenta a la realidad y no elude los problemas. Alabar a un político es casi una afrenta, es mucho más arriesgado que criticarlo en el difícil plató presente. Así todo debo ser leal a lo que pienso. Macron no me disgusta. Nada.

Juan Soler es Senador de España

Juan Soler

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