martes, noviembre 26, 2024
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El pene de Cristina Tárrega

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A estas horas una no sabe quién ha hecho más daño a este país, si Puigdemont, 'Puchi' ya para todos, o Harvey Weinstein, 'Wein' ya en el salón de casa, el productor estadounidense al que medio Hollywood tacha de acosador sexual. Tanto uno como otro han conseguido que los españoles no tengan ya otro tema de conversación, con permiso del fútbol claro. 

El tal Harvey, al que a mediados de año nadie conocía en España, ha logrado que hayan comenzado a salir del armario más casos de acoso en nuestro país que gays en el día del Orgullo. Aquí, la actriz, presentadora o famosilla de turno que no ha sufrido en sus carnes un caso similar tiene una rémora más grande que la que no tiene seguidores en sus redes sociales.

Y lo malo es que la que no lo ha padecido empieza a compadecerse de sí misma, como muy bien reflejó Alaska con humor al indicar que «creo que soy la mujer menos deseada de España, y del mundo», por aquello de que reconocía que ni lo había visto ni lo había sufrido nunca. Vamos, algo así como que la que no han querido acosarla es porque es como el hermano feo de los Calatrava (si es que alguno de los dos era guapo) o un orco de Mordor. Las que no tengan tan buen carácter como la cantante a estas horas estarán haciendo rico a algún psiquiatra.

No es el caso de Cristina Tárrega, actual colaboradora de Ana Rosa Quintana, que este miércoles ha desvelado que «estuve seis meses con protección policial», y todo porque cuando llegó a Madrid «una mujer me enfiló». Lo único que ha concretado es que se trataba de su jefa y que la maltrataba y presionaba en todos los sentidos.

Según ella, como no podía despedirla, porque sus superiores estaban satisfechos con su trabajo, optó por «hacerme la vida imposible». A partir de ahí empezó el 'momento Lydia Lozano' o el momento de cualquier otra colaboradora de Sálvame, para seguir contando su experiencia con lágrimas en los ojos. Así descubrimos que esa misma mujer le facilitó su dirección a otra persona que terminó por agredirla, motivo por el que decidió poner en conocimiento de la Policía su situación, que la puso protección día y noche.

Lo mejor estaba por llegar, cuando Cristina, que puntualizó que lo contaba ahora porque cree que lo necesitaba, no porque fuera una moda más, aseguró que esa persona llegó a «ponerse pene» con el único fin de acostarse con ella. ¿Se refería a uno de verdad, con operación y todo incluida, o a uno de esos de látex que se venden en sexshop o por internet? Lo primero sí que sería amor del bueno, porque menudo sacrificio por echar un polvo. Lo segundo, simplemente una perversión de lesbiana en celo. 

Y eso que no la maníaca no la conoció cuando presentaba Sola en la ciudad, el programa con el muchos madrileños se iban a la cama más que salidorros, tanto por lo que contaba en el mismo como con la voz que ponía y los movimientos que hacía para contarlo. Por no hablar de los escotes que lucía y que resaltaban aún más su espectacular busto. Ni por supuesto cuando, en su única incursión en el cine, hizo de prostituta que le hacía una 'limpieza de sable' a Torrente, en la segunda entrega de la saga. Si hubiera sido así la pervertida habría optado hasta por un par de cojones bien puestos con tal de tenerla.  Lo divertido sería ahora que alguna de las 'acosadas' comenzar a dar nombres de los o las acosadores/as. De lo contrario ya puede empezar a aburrirnos el tema tanto como el de los catalanes. 

La mosca

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