sábado, noviembre 23, 2024
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El ciudadano, el enemigo y el Estado (I)

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Esta trilogía: el Ciudadano, el Enemigo y el Estado ha sido parte de la historia de la humanidad; los diversos enfoques, las distintas concepciones, han sido determinantes para temas de convivencia social, así como también de los ámbitos del Derecho, político y filosófico.

En efecto, la raíz etimológica de la palabra enemigo proviene del latín inimicus (prefijo negativo in) y como tal se entiende como “el no amigo”.

El dilema estriba en distinguir quién es ciudadano, amigo o enemigo, o no amigo, esta combinación de nombres o adjetivos nos arroja un sinnúmero de interrogantes: ¿Quién es el ciudadano?, ¿cuándo el ciudadano se convierte en enemigo del Estado?, ¿cuándo el Estado convierte a un ciudadano en enemigo? O ¿cuándo el enemigo atenta contra el ciudadano?

El tema no es fácil y se complica para determinar ¿quién es el enemigo?

Desde los griegos y los romanos existía la declaración de considerar al enemigo como tal. Los romanos hacían una distinción entre el inimicus y el hostis: el primero, el enemigo interno y el segundo, el enemigo público con quien se encontraba latente la posibilidad de la guerra.

Carl Schmitt refiere a estas declaraciones de enemigo, como: “formas de proscripción, destierro, ostracismo, de poner fuera de la ley; en una palabra, de declarar a alguien como enemigo dentro del Estado; formas automáticas o de eficiencia regulada judicialmente por leyes especiales, formas abiertas u ocultas en circunloquios oficiales”.

Por su parte Juan Jacobo Rousseau enfatiza que el enemigo es el que atenta contra el Estado, pues infringe el contrato social.

La historia da testimonio de algunas leyes de este tipo, por ejemplo: la Iglesia en la Bula de 9 de diciembre de 1448, suscrita por Inocencio VIII, en la que los herejes eran tratados como los enemigos para hacerles frente; otro ejemplo más lacerante son las leyes de Núremberg en Alemania del III Reich, que fueron una serie de leyes de carácter racista y antisemita, que aniquilaban a los destinatarios de las mismas en la violación más grave de sus derechos humanos.

Con el paso de los años han surgido nuevos actores que han desafiado la propia autoridad y han lacerado a miles de inocentes con actos de barbarie, de los que hemos sido algunos testigos y otros víctimas de los mismos.

Por ello, planteo la interrogante que causa un gran debate: ¿quiénes serían los enemigos de los ciudadanos, de la sociedad y, por ende, del Estado? ¿El crimen organizado, los terroristas o los enemigos o adversarios políticos?

También el propio calificativo de enemigo podría generar la polémica de interpretarse como un dato de no-persona.

El análisis llega al extremo de cómo pueden surgir este tipo de legislaciones que pretendan restringir los derechos humanos y, más aún, que puedan tener cabida en un régimen democrático.

Estos temas son parte de mi reciente libro, titulo: El ciudadano, el enemigo y el Estado, de Ubijus Editorial S.A de C.V.

Desperta Ferro

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