sábado, noviembre 23, 2024
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Rusia y Cataluña

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Nos cuentan y dudamos de que Assange Wikileaks y Putin, con algunos amigos venezolanos, amenazan coordinados la democracia española difundiendo informaciones falsas sobre Cataluña que persiguen desestabilizar el país como parte de una operación para debilitar a la propia Unión Europea.

Leemos: la maquinaria rusa ganó la batalla ‘online’ del referéndum ilegal. Mejor convertirlo en pregunta: ¿La maquinaria rusa ganó la batalla ‘online’ del referéndum ilegal?

Un primer acercamiento nos lleva a cómo se reacciona ante las etiquetadas como fake news o noticias falsas.

La socióloga Belén Barreiro en su último libro -«La sociedad que seremos»- toca el tema de forma tangencial, pero clara: argumenta con datos que las personas más familiarizadas con la comunicación digital son las menos propensas a creerse una información sorprendente o dudosa, porque están acostumbradas a contrastar lo que leen.

Sobre los canales, Barreiro dice que «hoy por hoy sigue habiendo más ciudadanos que consumen política en la prensa y en la radio que en internet; y que «en nuestro país, para hacer llegar la política al mayor número posible de personas, la gran aliada sigue siendo la televisión, sin parangón con cualquier otro medio de comunicación».

«Aunque parezca lo contrario, la audiencia digital, debido a la voracidad informativa que la caracteriza, es menos manipulable», añade. «Los usuarios de redes sociales presentan una característica: su reacción ante cualquier noticia es contrastarla; la evidencia empírica va en contra de la idea de 'posverdad».

Otra línea de interés es qué hacemos ante una pantalla: tras la consulta del correo electrónico y la búsqueda de información, la lectura de noticias es la tercera actividad más popular en internet. «La Red se ha convertido en el medio de medios: a través de Internet los ciudadanos acceden a los medios de comunicación tradicionales, ahora digitalizados, como la prensa, la radio y la televisión on line», y también redes sociales, sostiene Barreiro.

Para lo que aquí interesa simplifiquemos diciendo que la mayor parte de los contenidos que circulan por vía digital son producidos por medios de comunicación tradicionales. En este sentido, veamos lo que ocurrió el 1 de octubre y alrededores.

Los enlaces más compartidos en esas fechas sobre los sucesos en Cataluña procedieron de El País, en segundo lugar del conglomerado RT y Sputnik (relacionados con el Gobierno ruso), seguidos por The New York Times, The Guardian y a cierta distancia EFE y RTVE. En este apartado, mayoría absoluta de medios tradicionales y no sospechosos de tergiversación excesiva, sólo la habitual.

«La campaña de comunicación en redes sociales de los independentistas fue un éxito», se nos dice en referencia al referéndum ilegal celebrado el 1 de octubre, día en que coincidieron en el tiempo y el espacio las urnas y los palos.

Pero fue por la injerencia rusa, señalan, a partir de un minucioso estudio de cinco millones de tuits que no es accesible ni desde los medios que lo recogen ni en la Universidad donde el investigador colabora y se presenta como. Quizá haya sido un encargo del Gobierno del que se ha filtrado la contraportada.

No estamos hablando en cualquier caso del hackeo del correo electrónico de Rajoy o Sáez de Santamaría, por poner un ejemplo, como sí ocurrió con Hillary Clinton, sino de tráfico por las redes de información de segunda categoría o directamente inventada. La difusión principalmente a través de cuentas falsas y zombies no es influencia, aunque la facilite.

Sí ha servido este asunto para descubrir a Assange y Snowden, sus visitas y los efectos nefastos sobre la salud mental de vivir cinco años en una embajada sin salir de allí.

La Unión Europea dedica a 14 personas de comunicación, no contratadas para la misión expresamente, a recopilar estos intentos de desinformación aparentemente procedentes de Rusia y amigos, y elabora un boletín semanal sobre el asunto que cierra con una larga advertencia donde se aclara que las informaciones falsas recogidas no necesariamente están relacionadas con el Kremlin; y que la red de detección de noticias averiadas es amplia y el boletín no se puede considerar como una fuente oficial de la Unión Europea.

Ante la confusión, aparecen algunas certezas: se ha perdido el monopolio de la información por parte de quienes lo tuvieron, y lo echan de menos; en redes sociales hay mucho ruido y desinformación, que siempre ha existido en canales más veteranos, papel y ondas, no es novedad; cualquier pedagogía es buena, a infantes y adultos, la mayor parte de noticias falsas me llegan de licenciados universitarios con muy prolongada experiencia profesional y que peinan canas; han surgido iniciativas de gran interés que revientan bulos en minutos, la desinformación ha creado una ventana de oportunidad para la información veraz o con apariencia de veracidad (La Sexta).

Resulta significativa la prudencia expresada sobre estos asuntos por la actual ministra de Defensa y secretaria general del PP, poco habitual en la prudencia con su tropa amenazando por Castilla-La Mancha con aplicar el 155. De Cospedal es la responsable política del denominado Mando Conjunto de Ciberdefensa, que algo sabrá sobre el asunto directamente o como canal de comunicación con aliados, entre ellos los presididos por la persona supuestamente beneficiada de las acciones de desinformación rusa durante la campaña presidencial de hace poco más de un año.

El Mando citado, digamos a título informativo, es el único organismo español autorizado, cuando lo fuera, para emprender acciones ofensivas en las redes.

Podríamos concluir diciendo que la desinformación se combate con información.

El partido de la comunicación antes y después del 1 de octubre no se perdió, sino que no se jugó por incomparecencia de una de las partes, como lo reconocen miembros del Gobierno PP y de la oposición que se han sentado en las últimas semanas a negociar sobre el proceso independentista en Cataluña: no ha existido estrategia de comunicación, más allá de evitar la censura previa en TV3 -como alguno defendía- y dejarla a su aire.

Hace años existía un programa de humor en TV con una sección de falsas tomas falsas, con Javier Capitán y Florentino Fernández; se inventaban los errores que se cometen en cualquier programa y que a menudo se emiten como muestra de buen rollo.

En estos momentos, a la espera de pruebas o argumentos más consistentes, nos enfrentamos a una avalancha de pseudo información sobre falsas noticias falsas.

Cerrando la columna leo: condenada por difamación la exministra francesa que acusó a Rafa Nadal de dopaje. La responsable de Sanidad y Deportes en el Gobierno de Sarkozy se defiende diciendo que algo parecido había leído en periódicos como Le Monde y L'Equipe.

Carlos Penedo

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