Este pasado martes, veintiocho de noviembre de 2017, en la Sala Berlanga del Centro “Centro” del Ayuntamiento de Madrid, ha tenido lugar un acto, público y a la vez íntimo, de recuerdo a la figura de Gloria Fuertes, esa “poeta de guardia” que nos regaló sus versos profundos, orales, escuetos, directos y musicales.
Las chicas de “La Cantera” nos regalaron una preciosa actuación, un recital poético y musical de homenaje a Gloria, que podrá verse y oírse el próximo día 17 de diciembre en la sala “El Umbral de Primavera”, en Lavapiés, donde nació nuestra poeta infinita. Marta Cuenca, Esther Ramos, Ana Cuenca e Inma Claudio son las culpables de haber hecho este espectáculo tan emocionante y vital. Tan pegado a la vida y a los versos de nuestra poeta de guardia.
Se cierra así un año de homenajes y rememoración de esta gran escritora, en el centenario de su nacimiento, allá en 1917. Hace unos meses tuve el placer de dedicar una de mis columnas en este periódico, Estrella Digital, a la inolvidable Gloria. En aquella ocasión hice un breve repaso de su biografía y de su obra. También hablé de la gran labor que está llevando a cabo la Fundación Gloria Fuertes, recuperando y reviviendo la persona y la obra de esta poeta de Madrid, de sus tierras secas y de sus gentes corrientes.
Hoy quiero destacar el trabajo de las mujeres que impulsan la actividad incansable de la Fundación, tanto de su presidenta, Paloma Porpetta, como el de su Jefa de Comunicación, Casilda Rivilla. Sin su esfuerzo y su amor por Gloria y por su obra, esta poeta de las cosas corrientes, de la cotidianeidad y de la vida, quizá quedaría en el olvido o en el recuerdo mal entendido de esta gran mujer de las letras españolas.
Quisiera explicarme. Y es que el personaje de Gloria Fuertes, cristalizado y amplificado como consecuencia de su paso por diversos programas infantiles de televisión durante los años 70 y 80, como “Un globo, dos globos, tres globos” o “La cometa Blanca”, ha eclipsado a la Gloria, digámoslo así, escritora y poeta de adultos. No quiero, sin embargo, desmerecer a la Gloria de los niños y las niñas, a la enorme e inolvidable creadora de literatura infantil, tan difícil y, a la vez, tan desagradecida y poco valorada desde el punto de vista de la crítica supuestamente intelectual.
En su lápida reza la inscripción: “Gloria Fuertes, Poeta de Guardia (1917-1998). Ya creo que lo he dicho todo/ Y que ya todo lo amé/ G.F.” Pienso en estos versos, convertidos en epitafio, y descubro la clave de toda su obra memorable, el secreto de la hondura de unas líneas, de palabras viejas nuevamente expresadas: su capacidad de crear diciendo y amando o, si se quiere, callando y desamando, porque, en suma, significa exactamente lo mismo. Sólo es posible escribir lo que se quiere decir o no decir y sólo es pensable lo que se es capaz de querer: palabra y deseo, verso y amor.
En la prolífica obra de Gloria nos encontramos con teatro, como La princesa que quería ser pobre, El rastro, Prometeo, Las tres reinas magas o El caserón de la loca. De sus libros de poesía es necesario destacar Isla ignorada, su primera obra, o Antología y poemas del suburbio, Poeta de guardia, Sola en la sala o Mujer de verso en pecho.
Y, en cuanto a su literatura infantil, la faceta más conocida de Gloria, citaré tan solo algunos títulos que han pasado a la historia y que se esconden en la memoria de los que fuimos niños, como Pirulí, Don Pato y don Pito, La gata Chundarata, El hada acaramelada o La oca loca. Gloria escribió también infinidad de bellas canciones. Y es que su literatura no es sino música y oralidad, melodías de una mujer que, sobre todo, amaba y cantaba la sencillez de la vida.
Al leer a Gloria Fuertes, de repente, comprendes la dimensión callada y perpetua del amor, la extrañeza del que ama y que, sin ser correspondido, es, sin embrago, el que sale ganando, el que conocerá lo que vale la pena, el que se encontrará con lo que, sin duda, existe y existirá. Permítanme, ahora, que refleje en mi modesta columna de hoy unos versos que, a mi modo de ver, expresan sin paliativos la áspera hondura de su reflexión poética. Dice Gloria: “Somos tan… crueles/ que prefieres estar unas horas con quien quieres/ que toda una vida con quien te quiere,/- o al revés –“
Gloria fue, en definitiva, una mujer escritora de los pies a la cabeza que, además, supo conectar con los mágicos mundos infantiles, con sus paisajes tiernos e inmaculados, con los sueños de los más pequeños, en un extraordinario ejercicio de sutil simplicidad y armonía. Vaya pues mi crónica de esta semana dirigida a honrar a la Gloria escritora para todos, niños y adultos. A la Gloria universal.
Termino mi columna, gloriosa, trayendo a colación más versos hermosos de nuestra querida y singular poeta: Mis mejores poemas/ Sólo los lee una persona/ son unas cartas tontas/ con mucho amor por dentro/ faltas de ortografía/ y agonía precoz/ Mis mejores poemas/ no son tales, son cartas/ que escribo porque eso/ porque no puedo hablar/ porque siempre está lejos/ como todo lo bueno,/-que todo lo que vale nunca está/ como Dios/ como el mar. /Soy de Castilla y tengo/ un cardo por el alma,/ pero quiero tener un olivo en la voz,/ soy de Castilla seca,/ soy tierra castellana,/ pero quiero tener mi amor en mi amor./ Da risa decir eso. AMOR, a estas horas./ AMOR a estas alturas de inmobiliaria y comité,/ pero yo digo AMOR AMOR sé lo que digo,/ -Mis mejores poemas son cartas que lloré-./ Un poema se escribe/ una carta se llora,/ una noche se puede parir y desnacer./ Yo parí y he robado/ -he hecho de todo un poco-/ pero mi mejor verso…/ Un telegrama es.
Gracias Gloria.
Ignacio Perelló