miércoles, octubre 2, 2024
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El amor en los tiempos de la cólera

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Vivimos tiempos difíciles, en que todo un país ha estallado en cólera. Los independentistas catalanes están encolerizados con el gobierno, porque este ha hecho cumplir la ley. Los españoles sienten cólera contra los independentistas, porque estos se consideran diferentes al resto del país. Las fuerzas de seguridad sienten la cólera de gentes que les insultan, incluso cuando salen a comprar viandas al Carrefour. Las familias y los amigos rompen relaciones de años cuando sale la conversación y ambas partes montan en cólera. Los republicanos radicales, se enfadan con el Rey y la Monarquía. Radicales de izquierda odian a los que llevan la bandera de España. Incluso los guardianes de la moralidad se mosquean con los que bailan Regatón. Las feministas, con todo lo que huela a testosterona masculina. Los animalistas con el que se come un solomillo. Y suma y sigue.

Sin duda, se trata de un mal augurio para el futuro de un país profundamente dividido sino somos capaces de imaginar una solución. La cólera es la falta de empatía y esto solo se cura con amor. Si, han leído bien. A este viejo escritor-que no anciano, por si las moscas-, le ha entrado un ataque de cursilería, dirán ustedes. ¡Vamos no me joda! ¡Ahora nos viene con el cuento para pusilánimes del amor!

Pues sí, me tachen de lo que me tachen. Porque el amor es la sublimación de la unión. Cuando dos personas se aman, quieren estar unidas, pertenecerse la una a la otra sin condiciones. Están unidos los abuelos a sus nietos- y a las obras públicas, claro-, los progenitores con sus hijos, y los hermanos con las hermanas. El amor por la cultura o la ciencia, logra que multitud de gentes formen una unión indisoluble, con un autor, un artista o a la paradoja del gato de Schrödinger, que ya hay que tener ganas para coscarse de que va.

Y es que los españoles hemos apartado el amor de nuestro lado. Estamos permanentemente en estado de sitio mental. Cabreados hasta la médula. No vacilamos de patria, pero nos enorgullecemos de pueblo; hacemos lo que nos sale de los cojones, pero criticamos si lo hace otro. Es como  si alguien nos hubiera inoculado el virus de la cólera y no fuésemos capaces de encontrar la vacuna. Creo firmemente que si nos quisiéramos más, entre nosotros y a nosotros mismos, las cosas cambiarían. Debemos amar a los catalanes, a los andaluces, a los extremeños. Amar a las feministas, a los radicales, a los republicanos y a los monárquicos. Incluso a los que le gusta el Regatón, a los Mozos de escuadra, a Puigdemont-este último con reparos, eso si-, y todo cambiará. No vamos a vivir en el país del arco iris y los caballitos azules, pero al menos estaremos más unidos.

Así que a quererse mucho, ¡coño! ¡Que la vida son dos días y cuatro polvos, joder!

José Romero

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