Los helicópteros ultra secretos, invisibles al radar y silenciosos, avanzan en la cálida noche pakistaní. Hace calor y todo el vecindario está en calma. La atmosfera esta quieta y el olor a comida impregna el ambiente. Son la ocho de la tarde hora local del día uno de mayo del año 2011.
La operación Gerónimo está en marcha.
A bordo de las naves viajan un pequeño grupo de guerreros inmejorables, tipos con los huevos bien puestos. Se trata de un comando secreto perteneciente a un grupo de elite entre la elite: el Grupo de Desarrollo de Guerra Naval Especial de los Estados Unidos, al que pertenecen los SEAL. La inteligencia cree que Osama Bin Laden, el terrorista más buscado del mundo, vive en una villa bunkerizada de la localidad de Abbottabad, al norte del país, valorada en un millón de dólares. Se ha llegado a esta conclusión tras los seguimientos a uno de sus mensajeros. Porque Bin Laden, es sumamente inteligente y ni siquiera utiliza teléfono, fax o internet. Además, es imposible recoger información de la basura generada en la casa, ya que la queman en su interior. Sin embargo, a base de notas manuscritas dirige una de las organizaciones terroristas más poderosas del mundo: Al Qaeda.
Cuando toman tierra, uno de los helicópteros se avería, pero continúan con la operación a pesar de la evidente posibilidad de que el ejército pakistaní reaccione y se produzca un conflicto entre ambos países. Los hombres corren en la oscuridad, vuelan puertas, disparan. No se ponen nerviosos porque están acostumbrados al combate en situaciones extremas. Pero saben que su misión es histórica y que si tienen éxito, la situación mundial cambiará para siempre.
Desde una sala de conferencias en Langley (Virginia)-como mola decir esto que tantas veces hemos visto en películas de espías-, Leon Panneta, el Director de la CIA sigue la operación en directo. La autorización ha sido dada por el propio presidente Obama, que también controla lo que sucede junto a miembros de su gabinete a través de las cámaras de drones no tripulados.
La responsabilidad de los soldados es enorme por tanto, así que no se permiten un solo error. Matan a cuatro personas: tres hombres y una mujer-la esposa de Osama-, y al líder de Al Qaeda cuando su mujer se pone como escudo delante de él, intentando defenderse con un AK-según la versión oficial que dista mucho de ser cierta-. Recibe un disparo en la cabeza y muere al instante.
Los SEAL no fallan.
Se logran rescatar gran cantidad de información en archivos, discos duros de ordenador y papeles. El helicóptero accidentado es destruido por los mismos hombres que en el llegaron, antes de retornar en otra aeronave que ha llegado en sustitución.
Toda la operación ha durado cuarenta minutos. El jefe del equipo trasmite a sus superiores:
¡Por Dios y por la Patria! ¡Geronimo!
El cuerpo del líder terrorista fue trasladado al portaaviones USS Carl Vinson, donde se celebró un funeral por el rito islámico y arrojado al mar. Las tomas de ADN, confirmaron que se trataba del enemigo más odiado por EEUU.
Independiente de si se trató de una operación legal o no-que poca hostia les importa a los yanquis la legalidad cuando se trata de lo suyo-, lo que resulta obvio es que los hombres que componen las fuerzas especiales están hechos de otra pasta. Rudos, duros, inteligentes. Preparados física y mentalmente para afrontar peligros tras las líneas enemigas, cumplen órdenes arriesgando sus vidas por la causa de su país, sin poner reparos.
Pasan por periodos de instrucción y selección durísimos, pensados para los más fuertes. No hay lugar para el que no es capaz de resistir.
Por eso mi homenaje a esos hombres que son lo mejor de lo mejor de cada país y recuerden que tras cualquier campaña bélica, entre los entresijos, hay guerreros que se juegan el tipo en la oscuridad y cuya muerte no será llorada sino por sus allegados.
Y tan solo una bandera cubrirá su féretro. Nada más.
José Romero