Me reúno con mi sobrino Evaristo en mi bar favorito donde ANDREA, la camarera androida, me trae, sin consultarme, la bebida que deseo. Para eso tiene sus algoritmos…. “Estoy preocupado”, me dice Evaristo. Cuenta que no hace mucho el ex-Primer Ministro socialista francés Manuel Valls dijo que “Falta un relato de España”. “¿Crees que tiene razón?”.
“Las crisis de identidad”, le digo, “son frecuentes en los seres humanos, individual y colectivamente. En este último caso hay rasgos, esencialmente históricos, geográficos y culturales, a veces también étnicos, que te identifican más íntimamente con una comunidad que con otras, aunque puedes estar vinculado a varias”.
Le preciso que esa comunidad puede ser un Estado independiente, pero, también, ser cultural, social, incluso nacional, o religiosa. A veces es de naturaleza transfronteriza y otras de carácter local y regional en un ámbito más amplio.
“La pertenencia a una comunidad es un sentimiento sin perjuicio de apoyaturas racionales”, le explico. “Si naces de padres españoles”, continúo, “tienes documentación española, te crías en España, tus amigos son mayoritariamente españoles y pagas tus impuestos a la Agencia Tributaria española, es probable que seas español”. “Sin embargo”, añado, “a los datos objetivos suele solaparse un sentimiento de pertenencia sin descontar otros aspectos como lo que ofreces a tu comunidad y lo que ella te aporta”. “Un emigrado”, preciso, “puede acabar sintiéndose más vinculado a su nueva comunidad que a la de origen”.
“¿Qué le dirías a Valls cuando pregunta qué es ser español?”, inquiere Evaristo. Le respondo que propondría estos puntos:
- Sentirse culturalmente europeo y adscrito a la Unión Europea
- Asumir el pasado histórico de España, bueno y malo, celebrar nuestra vocación democrática, apreciando, también, la exuberancia de nuestra cultura, diversa, nacional y regional, el potencial peninsular y mundial del castellano, así como la riqueza de los otros idiomas de nuestro país
- Atesorar y respetar nuestra Constitución de 1978, su desarrollo estatal y autonómico, así como los símbolos de España que se reflejan en la bandera, el himno y la monarquía parlamentaria
- Sentir orgullo y respeto por la “Transición”, esfuerzo de los ciudadanos españoles de entonces, que permitió pasar de la dictadura franquista a nuestra democracia actual con sacrificios consentidos para reimplantar pacíficamente la democracia respetando nuestra diversidad ideológica, cultural y regional
- Aspirar a una España socialmente más justa, especialmente en materia de sanidad, educación, paro y pensiones, algo posible en el marco de la economía de mercado
- Darse cuenta que nuestra democracia sobrevivió al golpismo militar y al terrorismo de ETA y que tiene, tras superar estas pruebas durísimas, suficiente entidad como para seguir adelante a pesar de otros retos, incluso desleales, como el de los independentismos, contrarios al pacto constitucional de 1978
- Tener vocación de ayuda a los desheredados en un mundo global e interconectado, aspirando a la resolución pacífica de los conflictos y apoyando acuerdos de desarme útiles para ello
- Sentir, fuera de Europa, una relación especial con Iberoamérica, el conjunto mediterráneo, los países africanos más cercanos, desde el Magreb hasta el Golfo de Guinea y, en el marco atlántico, con aquellos países que comparten con nosotros valores, cultura e Historia
- Defender nuestros valores e intereses solidariamente en los marcos de las Organizaciones Internacionales a las que estamos adscritos, como las Naciones Unidas y sus organismos, la Unión Europea y la Alianza Atlántica
- Considerar, asimismo, que la cuestión de Gibraltar, un tema de Estado, debe resolverse democráticamente atendiendo a las obligaciones contraídas con España, respetando la identidad e intereses de los gibraltareños y estando abiertos a soluciones flexibles
Evaristo sonríe mientras ANDREA recoge vasos vacíos y exclama, al pasar, “¡Uff!”. A Evaristo le gusta, aunque precisa, maliciosamente: “Solo es tu opinión”. “Incluso”, añade, “podrán decir algunos que es una descripción del buen español”. “En todo caso”, le respondo, “admitirás que hay tanto racionalidad como sentimiento en ese decálogo con el que Valls y otros entenderían que los españoles llevamos muchos siglos actuando juntos, dejando una profunda huella colectiva en el mundo y que tenemos, asimismo, una visión de futuro para todos nosotros”.
“¿Se pueden sentir incluidos, por ejemplo, gallegos, vascos y catalanes?”, insiste Evaristo. “Este compendio es inclusivo y sus peculiaridades se respetan, del mismo modo que han de respetar ellos, como todos los españoles, los compromisos adquiridos con la Constitución de 1978 por la que, territorialmente, las Autonomías se constituyen dentro de un marco de unidad y no se descuartiza España”, le contesto. “Ahora bien, si quieres consultar algo más trabajado”, prosigo,” puedes leer el libro del Profesor Martín Ortega Carcelén “Ser español en el siglo XXI”. Le dediqué un artículo titulado “Constitución, educación y paz” (13-12-2016).
Carlos Miranda es Embajador de España
Carlos Miranda