sábado, noviembre 23, 2024
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La presentadora de TV que prefiere ser puta

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«¿Si yo quiero mañana prostituirme a 3.000 euros el polvo por qué no lo voy a poder hacer?». Pues claro que sí guapi. Por esa cantidad, y si encima el 'partenaire' está bien, y si es en chalet u hotel de lujo, y si… Quizás cualquiera seguiría tus pasos. No es de extrañar que vayas por ahí proclamando a los cuatro vientos que «yo me prostituiría, yo sería puta».

Samanta Villar sí es una 'lagartona' y no las de 'V'. La joven, que parecía una mosquita muerta cuando comenzó con sus 21 días, en Cuatro, incapaz de romper un plato, me ha terminado ganando para su causa. A pesar de ser una privilegiada, una periodista que ha podido hacer siempre lo que ha querido, y, sobre todo, lo que le ha gustado, me ha conseguido llevar hacia su lado oscuro desde que la vi en Chester. El que se preguntara «¿no tengo derecho a ser prostituta?» no ha parado de darme vueltas a la cabeza toda la semana, hasta que he terminado volviendo a darles la lata a ustedes. 

La chica tenía claro que «por supuesto, cierto tipo de prostitución vulnera los derechos de las mujeres», y que «la explotación sexual es horrible y esto lo condeno con todas mis energías, y que el putero que participa de esto fatal», pero también resaltó que «hay un colectivo de prostitutas emancipadas, empoderadas, profesionales y con alternativas, que podrían trabajar de otra cosa, que han descubierto que en la prostitución tienen ingresos superiores que en otros trabajos».

Ella quiere pertenecer a ese grupo, nos ha fastidiado, porque «a esas prostitutas se les permite conciliar su vida personal con la profesional mucho mejor trabajando en esto y, además, les gusta». Nunca podría haber imaginado que una mujer que parece tenerlo todo, trabajo, dinero y reconocimiento profesional, desearía tirarlo todo a la basura para dedicarse al oficio más antiguo del mundo. ¿Valentía? ¿Gilipollez? Qui lo sa, como diría mi profesor de lenguas muertas (curioso por cierto que alguien pueda vivir de esto sin ser forense).

Muchos dirán que lo ideal, como hacen algunas, es seguir saliendo en televisión y ejercer la prostitución al mismo tiempo, pero Samanta parece mujer de sólo una profesión a la vez. O presentadora, o puta, pero ella debe pensar que mezclar, como ocurre con los cubatas y la cerveza, es malo. Se gana más, cierto, pero no todo es recaudar dinero, hay también que tener tiempo libre para gastarlo. 

Lo que menos me gustó de Samanta fue la frase esa de «tengo muchas amigas putas», como el que llama 'maricón' o 'negro de mierda' a alguien y después dice eso de 'yo tengo muchos amigos gays' o 'tengo amigos negros'. ¿Y a mí, ni a nadie, qué nos importa la profesión de tus amigas?

Está claro que esos 21 días que vivió con prostitutas la chica, si como tal se puede considerar a una moza de 42 años, en el recordado programa de Cuatro, la terminó marcando de por vida. Lo malo, o lo bueno, según se mire, es que su teoría o su deseo termine por crear escuela. Vamos, que si antes, las chicas, en los tiempos en los que lo era Concha Velasco, decían eso de 'Mamá, quiero ser artista', ahora podrían empezar a entonar lo de 'mamá, quiero ser puta'. Sería cuestión de adaptar la letra a la música, pero cosas más difíciles se han hecho.

La mosca

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