El Rey Emérito acaba de cumplir 80 años. Tras este importante acontecimiento vital, por el que se le felicita y se espera que cumpla muchos más, se desarrolló el 6 de enero la Pascua Militar de este año con un guion en el que su hijo, Felipe VI, reconoció, merecidamente, la contribución de Juan Carlos I a la restauración democrática, pues ese ha sido el auténtico sentido del retorno de nuestra Monarquía Parlamentaria.
A Juan Carlos I se le hurtó el reconocimiento de su contribución a la redemocratización española cuando el año pasado se celebraron los cuarenta años de las primeras elecciones del actual periodo democrático en el que algunos parecen estar dispuestos a cualquier cosa para prevalecer, incluso al precio de que fenezca no ya la Monarquía, sino, simplemente la democracia en nuestro país. Una vez más. Por eso la reivindicación del Rey Emérito era necesaria.
Los antisistema, los incautos y los separatistas intentan dividir al país entre republicanos y monárquicos. Los primeros sería los buenos, los que aceptan, pe, que Cataluña se pueda marchar. Los segundos serían los malos, los que han aprobado la aplicación del artículo 155 de la Constitución para hacer respetar en el Principado la legalidad constitucional, base de toda democracia. Es una treta muy burda. Lo que tenemos es una democracia que funciona y una Jefatura del Estado que cumple bien con su papel constitucional y que, como en otras monarquías parlamentarias europeas, tiene sus raíces en la Historia del país.
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Aprendemos ahora que Leo Messi, otro rey, pero del futbol, extraordinario jugador del Barcelona FC, que renovó su contrato en noviembre del año pasado, impuso entonces una clausula según la cual se podría marchar del equipo catalán si el Barça no pudiese jugar la Liga española, es decir, si Cataluña llegara a independizarse. Con una hipotética independencia catalana, el equipo condal solo podría jugar una liga catalana, un suicidio deportivo y económico.
Un directivo del equipo catalán quiso tranquilizar a los “culés” afirmando que Messi no se marchará nunca del equipo barcelonés porque Cataluña no se independizará. Un realismo sorprendente en Cataluña y que no se corresponde con el bombo con el que el Camp Nou suele acoger todo lo que sea separatista.
Lo que, en cambio, suena a otra ilusión injustificada, una más, es que si el Barcelona no juega la Liga española podría jugar otra importante como la inglesa, la alemana o la francesa. “Como el Mónaco”, que juega en la competición francesa, dicen algunos “independoculés” dispuestos a comparar Cataluña con un Principado de opereta para ricos y que depende de Francia en bastantes cosas, como política exterior y defensa. ¡Qué cosas hay que oír!
Carlos Miranda es Embajador de España.
Carlos Miranda