Que se estén forrando en los medios, con tanto ir y venir a platós, lo admito. Que a ella le salgan programas como churros por esta repentina popularidad, también. Pero que me comparen a María Lapiedra con Julia Roberts y a Gustavo González con Richard Gere, ¡No, hija, no!, como diría el recordado y poco ponderado Antonio Ozores.
El culebrón que se ha montado la parejita, e incluso el marido de ella, va camino de ser más rentable que 'Pasión de gavilanes'. Además, como los buenos, siguen contando la historia con 'pildoritas', para que no dejen de producirse más capítulos y el respetable pueda seguir enganchado a una historia que, la verdad, a mí ya me ha cansado.
Sobre todo desde que Jorge Javier Vázquez, otro apasionado por los culebrones, como demuestra cada tarde en Sálvame, dijera que toda esta historia «es como 'Pretty woman', pero salvando las distancias». ¿Las distancias? Será la que hay desde Madrid a Lower Hutt, que se encuentra en Nueva Zelanda y a 19.869 kilómetros, el punto más alejado desde la capital de España. Y aún así ésta me parece corta.
¿De verdad Jorge Javier que tú ves a María Lapiedra, incluso sin abrir la boca (de hacerlo ya no hay comparación que se sostenga), y te la imaginas con ese vestido de lunares que lucía la actriz norteamericana en el partido de polo de la película? ¿De verdad que crees que Gustavo tiene la misma belleza y elegancia que Richard? Si tus respuestas son afirmativas, estás peor de lo que imaginaba, que ya es decir.
Bueno, sí, quizás hay algo en lo que se parecen los dos hombres, y es en que a ninguno de los dos les gusta que a 'su' chica les llamen puta. Richard le pegó hasta a su abogado en la cinta por una insinuación así, por mucho que ella presumiera de serlo, y Gustavo, que también habría tenido que hacer lo propio con Jorge Javier cuando éste hizo la comparación, cuando menos le dejó claro al presentador de Sábado Deluxe y a toda España que «estoy harto de que llamen puta a Lapiedra». Quizás el respeto que le tiene, o el saber que de hacerlo no volvería a cobrar por sentarse a hablar en ningún plató de Mediaset, es por lo que el periodista no le dio un guantazo al presentador que ahora se cree además actor.
Sobre todo ahora que, como se vio el pasado sábado, María y él se sentaron por primera vez juntos en un plató de Telecinco para confirmar su relación (les faltan otros muchos que visitar así de juntitos), anunciando a los cuatro vientos, por si todavía alguien no lo sabía, que mantienen una 'relación' sentimental.
Gustavo tendrá que argumentar ahora el por qué a su nuevo amor no se le puede relacionar con la prostitución, sobre todo después de revelar que María había aceptado 8.000 euros por un baile privado (por supuesto él echó la culpa de ello a su marido, del que dijo ser «poco hombre» por permitir esa danza ante desconocidos. Se empieza con un bailecito y…
Al menos, para demostrar la 'castidad' de su santa no quiso hacerle ningún tocamiento en público, «en la publicidad le doy un beso, pero quiero evitar esa imagen», y se despidió del programa endonsándole un suave beso en la frente. Entre uno y otro se envalentonó demasiado, advirtiendo a alguno de sus compañeros que «estoy hasta los cojones de amenazas, no tengo ningún miedo y me parece vergonzoso todo esto». Cómo se notó que ya no estaba entre esos compañeros Kiko Matamoros, al que quizás no se habría atrevido a decirle esas palabras. Decírselo a Gema López o María Patiño, no tiene tanto mérito. Las venas, por mucho que se hinchen, no hacen daño a nadie.
La mosca