¡Oh, cielos, Zuckerberg ha descubierto que Facebook hace daño a la democracia! El pobre muchacho, rico hasta la náusea, que ha ganado el último trimestre el doble que el anterior, no solo ha descubierto que le engañan los rusos sino que la presencia en las redes es enfermiza.
Pobre niño, blanco y rico, él que iba a cambiar el mundo y se ve en estas, acosado por todo el mundo. Pero no debemos preocuparnos; él, como los CEO de Google, Twitter y toda la panda ya han encontrado solución: nos dejaran usar menos las redes. Incluso nos lo recomiendan.
Es por nuestro bien. Ahora que ya se hicieron ricos y que la Inteligencia Artificial y los nuevos algoritmos cambiaran la forma de usar la red, ya nos dejan reducir el consumo de Facebook y de las redes.
Facebook ha reducido su uso en, aproximadamente, 50 millones de horas todos los días, sobre la basa de cambiar las noticias que publica. Facebook tiene 2.13 mil millones de usuarios activos mensuales y 1.4 mil millones que lo usan diariamente.
¡Qué grande es Zuckerberg! No le importa, en bien de la democracia, que usemos menos la página o que Trump rompa la neutralidad y paguemos por algunos servicios. Eso si, los datos seguirán siendo suyos.
Y es que este es el meollo del asunto. A los propietarios de las redes no les importa si nos hemos acostumbrado o no a conectarnos entre nosotros. Les importa nuestros datos: eso es lo que se vende.
Más de la mitad de la población mundial está en línea hoy. En 2017 hubo un aumento del 7% en el número de usuarios. 3,2 mil millones estamos activos en las redes sociales. Lo que venden ahora los patronos de las redes no son noticias: son nuestros datos. El negocio ha cambiado y ellos, qué buena gente, quieren liberarnos del dopaje que les hizo ricos.
Nuestros datos son nada menos que el alma del capitalismo global.Hay más dinero moviendo información a través de las fronteras que moviendo mercancías o frigoríficos. por un poner.
Mientras nos preocupamos del devenir de unas muy patrióticas provincias, las empresas estadounidenses están presionando por cambios que desregularían los datos en USA, Canadá o México y, por lo tanto, en todo el mundo.
Las empresas que controlan la digitalización se han vuelto ricas y poderosas. No es suficiente que sepan cual es el tipo de porno favorito del personal. Lo siento chicos, lo saben. Lo importante es que ya saben nuestro proceso de toma de decisiones.
Pero lo que está en juego es aún más. El énfasis en los datos personales ha oscurecido el hecho de que no solo es personal, sino también comercial, industrial y financiero. La razón por la que las empresas están preocupadas acerca de quién controla los paquetes que fluyen a través de los cables de fibra óptica del mundo se debe a la amplia gama de actividades lucrativas que ahora depende de ellas.
La circulación global de datos trata de la circulación global de capital. Y tiene enormes consecuencias para la organización global de la riqueza y el trabajo.
Son las empresas que nos llaman a cuidar de que nuestros hijos o nietos (Soros, el jefe de Apple o el benefactor de Zuckerberg), las que. a través de la Asociación de Internet, un lobby que representa a Google, Facebook y otros gigantes tecnológicos, lideran el esfuerzo para «modernizar» los acuerdos comerciales, impidiendo la regulación del uso de datos.
Ya no les importa que usemos menos las redes. Ya les hicimos ricos jugando a conectarnos. Ahora quieren nuestro patrón de vida: ese es el negocio.
Facebook captará el 18,4% de los 266 mil millones dólares de productos digitales globales en el mercado publicitario este año. Pero Zuckerberg se ocupa de la democracia, faltaría más.
Juan B. Berga