Donald Trump se hizo famoso con un programa televisivo (“The Apprentice”) al que acudían empresarios bisoños. A los que no superaban las pruebas les sentenciaba con un “You are fired!” (¡Despedido!).
Hace poco más de un año que Trump es Presidente, con equipos del Gobierno y de La Casa Blanca inestables. Numerosos cargos han dimitido o sido cesados. Su yerno, Jared Kushner, y su hija Ivanka, protagonistas de los primeros días, suavemente relegados y en el ojo investigador del Fiscal Especial sobre las interferencias rusas en la campaña electoral presidencial de 2016. Desprecia a su Gobierno, critica a sus componentes y acaba de despedir al Secretario de Estado, Rex Tillerson.
Tillerson estaba condenado. En noviembre pasado trascendió que había comentado, aunque fuese en privado, que su Presidente era idiota. Trump aduce que necesita ahora a otro Secretario de Estado de cara a su venidero encuentro (¿mayo?) con el Presidente norcoreano. Curiosamente, no hace mucho ridiculizó un intento de emplear cauces diplomáticos para domar esa bestia nuclear.
Tillerson, antiguo presidente de la superpetrolera Exxon-Mobil, no estaba diseñado para la diplomacia. Era como un pulpo en un garaje. Dada su relación personal con Putin, por las inversiones de su compañía en Rusia, Trump creyó que le acercaría a su admirado colega moscovita que acaba de ser reelegido por otros seis años más.
Pero, las mencionadas interferencias rusas; las investigaciones al respecto del citado Fiscal Especial y del propio Congreso americano; la política vecinal expansiva del Kremlin; la preeminencia moscovita en Siria han, entre otras razones, frustrado un noviazgo de Trump con Putin.
El antiguo presidente petrolero tampoco supo defender al Departamento de Estado como instrumento esencial de la política exterior norteamericana. Aceptó recortes del 30% de su presupuesto, destrozando programas de cooperación; desmanteló partidariamente sus estructuras; y provocó un gran éxodo de diplomáticos experimentados. Ni siquiera fue capaz de defender ante la Casa Blanca los nombramientos de sus propios colaboradores. Un “mandao”.
Más bien un desastre. La diplomacia estadounidense tardará en recuperarse. Rex Tillerson no fue en política y en diplomacia el retrato del prehistórico y fiero Tiranosaurio Rex, dueño de sí mismo y de sus entornos. Fue un simple Diplodocus, un abúlico y paquidérmico vegetariano.
La diplomacia no es una profesión facil. Es compleja y delicada, con sus propias reglas de juego. Tillerson fue incapaz de asimilarlas. Desaparece este Diplodocus fracasado en el servicio público y al que recogerán con mejor sueldo en el sector privado. Le sustituirá Mike Pompeo, Director de la CIA y miembro del muy conservador “Tea Party” del Partido Republicano. La cumbre sorpresiva y sorprendente entre los Presidentes estadounidense y norcoreano será su primer reto.
Mientras, Trump litiga con una “porn-star” por revelar que se acostó con ella; quiere cesar al Fiscal Especial para que no siga investigando sobre la trama rusa contra Hillary Clinton; y, la víspera de su jubilación, ha expedientado y cesado al Director adjunto del FBI que, así, no cobrará su jubilación, acusándole de favorecer a Clinton cuando la investigación de los correos electrónicos oficiales enviados por un servidor particular siendo Secretaria de Estado. ¿Podrán igualarle Maduro o Putin?
Ahora, cuatro militares pueden dominar en Washington el panorama internacional: el General Kelly, Jefe de Gabinete de Trump; el Capitán Pompeo, educado en West Point, en el Departamento de Estado; el General Mattis, en el Pentagono; y el General McMaster, Consejero de Defensa Nacional, si es que aguantan, empezando por McMaster. Rumorean que pronto será destituido por moderado como lo era el recién dimitido Consejero Económico de Trump, Gary Cohn, disconforme con la subida de los aranceles sobre el acero y el aluminio.
Carlos Miranda es Embajador de España
Carlos Miranda