Entre las muchas crisis vividas en la última década hubo una llamada de deuda, los países no tenían credibilidad ante los mercados financieros, y en aquella situación pues el responsable de un fondo de inversiones digamos de jubilados norteamericanos se sentaba frente a un presidente del Gobierno europeo en posición de fuerza. Nunca sabremos qué pesaba más por su parte en la negociación, si eran los pensionistas, la rentabilidad de la inversión o su futuro como gestor de grandes fondos.
Segundo elemento para crear ambiente: cualquier Administración pública recibe con los brazos abiertos a unos inversores decididos a poner en marcha un proyecto empresarial supongamos de 30 millones de euros que requerirá para rentabilizarse de cien puestos de trabajo (el empleo es siempre un efecto secundario), se le concederán subvenciones hasta el límite legal y presupuestario, se facilitarán trámites urbanísticos y laborales, porque es potencialmente beneficioso, se crea empleo y actividad económica que genera impuestos.
Hasta aquí tenemos la obviedad del poder financiero y empresarial sobre el poder político, aunque es muy raro que la relación sea conflictiva sino de colaboración y de interés compartido, salvo casos extremos, quizá aquél de la deuda a comienzos de la década.
La enfermedad de la relación se llama puertas giratorias, que siembra la sospecha sobre decisiones pasadas.
Por lógica lo anterior es de aplicación a un sector industrial potente como las empresas tecnológicas de seguridad y defensa, como se autodenominan. Y por lógica cuánto más poderosa sea la industria militar en un país pues más pesará sobre las decisiones que toman sus responsables políticos y los socios comerciales que eligen, pensemos en EEUU.
Concretando, España es el séptimo exportador mundial de armamento, en datos de los últimos cinco años acumulados en los informes del think tank sueco Sipri. Siguiendo esta fuente, el comercio internacional de armamento se ha incrementado entre 2013 y 2017 un 10%; en el mismo periodo, las exportaciones españolas han crecido un 12%, principalmente a Australia, Turquía y Arabia Saudí.
España, que es la 14 economía del mundo en tamaño, adelanta en venta de armamento a países que nos superan en PIB como Japón, India, Brasil, Italia, Canadá, Corea del Sur o Australia.
Un lugar muy honroso el séptimo, que como todo tiene matices, los países no exportan sino que lo hacen empresas, y en el caso español esas empresas, las principales, o son públicas (Navantia), están participadas por el Estado (Indra) o son un consorcio europeo con participación pública (Airbus).
Otras empresas privadas dependen en su exitosa trayectoria de programas públicos, porque el mundo de la defensa se juega más en los pasillos de los ministerios que en la opinión ciudadana, de ahí el limitado interés que muestran por la comunicación convencional o que se anuncien 10.000 millones en programas de armamento con los jubilados en la calle de manifestación.
Lo de las empresas públicas merecería un capítulo propio, suelen ocupar una zona gris donde los gestores más avispados sobreviven a cambios de Gobierno, son ajenos a las consecuencias de errores gigantescos de gestión (submarino S80; también hay aciertos, como los tanqueros que Airbus fabrica en España), viven lo mejor de los dos mundos público y privado sin compromiso con ninguno.
Concretando más, España vende al extranjero sobre todo plataformas navales y plataformas aéreas (pocos países pueden fabricar barcos y aviones), que integran luego tecnología de otros orígenes, también española, pero mucha norteamericana y del resto de Europa (entre ella del Reino Unido, ¿tendrá aranceles en un par de años?).
A nivel mundial, ¿quién vende?
Un tercio de las exportaciones mundiales de armamento proceden de EEUU, con un espectacular crecimiento del 25% en el último lustro, y de esa nacionalidad son siete de las diez primera empresas en este sector por ventas, encabezadas por Lockheed Martin, Boeing y Raytheon. EEUU vende a Arabia Saudí, Emiratos Árabes y Austria, que encabezan una larga relación de 98 Estados con los que hizo negocio en ese periodo.
EEUU exporta el doble de armamento que el segundo clasificado, Rusia, con tasas negativas en el último lustro, que vende a India, China y Viet Nam.
Siguiendo con la clasificación de principales vendedores y sus clientes primeros, Francia es el tercer exportador mundial de armamento que se dirige a Egipto, China e India; sigue Alemania, que tiene como clientes más potentes a Corea del Sur, Grecia e Israel; China vende mucho a Pakistán, Bangladesh y Argelia; y Reino Unido a Arabia Saudí, Omán e Indonesia. Y luego España, séptima, con matrimonios comerciales muy estables.
¿Quién compra?
Aún más ilustrativo de cómo está el mundo es quién compra armamento, y destacan dos áreas que destinan ingentes recursos a estas mercancías, el subcontinente indio y Oriente Próximo.
India es el primer comprador mundial de armamento y Pakistán el noveno; Arabia Saudí es el segundo importador planetario, seguido de Egipto (ambos han triplicado su compra de armas en un lustro) y Emiratos. Fin de la cita.
El peso de la industria de defensa se percibe en decisiones de política industrial, innovación y desarrollo tecnológico, empleo, político exterior y despliegues militares, también sobre equipamiento de las Fuerzas Armadas.
No es el único elemento en juego, pero cuanto menor criterio propio o fuerza tenga el responsable político, mayor éxito tendrán los que defienden intereses privados o corporativos. Las simbiosis raramente benefician por igual a las dos partes.
Como sucede con las hipotecas y las parejas de humanos, las relaciones que genera el comercio de armamento son mucho más fuertes que cualquier alianza civil o religiosa. Sólo así se explica que Grecia haya seguido comprando armamento a Alemania en los últimos años de crisis, por ejemplo; y en este contexto si las mujeres saudíes conducen hoy o el año que viene, si lo hicieron hasta 1978 o lo harán en 2078, pues nada tiene que ver con las relaciones comerciales. Universos paralelos.
Algún especialista sugiere que las redes de poder que nos parecen censurables hay que intentar desactivarlas, y crear otras alternativas.
Carlos Penedo