domingo, noviembre 24, 2024
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La generación del 85, una revolución

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Comentaba con mi amigo Ángel que los expatriados aterrizados en España en el 85, aunque fuese de manera sólo transitoria, volvimos con ilusión por aquel entonces, a un país revitalizado y redescubierto por el inversor internacional. El PSOE, bajo la tutela del carisma de Felipe González, aprendiendo la lección francesa bastante catastrófica en el giro a la izquierda y las nacionalizaciones, y, con firmeza, se puso a trabajar, capitaneado por Miguel Boyer seguido por Carlos Solchaga en la gestión económica.

Y todo este proceso se hizo con privatizaciones, con buen trato al empresario, que sigue aceptando que nunca se sintió mejor tratado, con el  Banco de España dirigido por un Mariano Rubio muy riguroso y disciplinado; con la lección aprendida de las cajas, de Banca Catalana, con Rumasa; con las grandes sagas bancarias de los Escámez, los Botín, los Valls Taberner y esa magnífica y puntera cantera vasca con el Banco Vizcaya a la cabeza. 

En esos años se desarmó la trama Rumasa, se financiaron las autopistas y proyectos de infraestructuras que no se podrían haber llevado a cabo sin las ayudas estatales con cobertura al tipo de cambio de una peseta vulnerable, algo clave para la captación de la inversión internacional.

Después de estudiar los modelos mundiales más exitosos de reconversión de bolsas, el presidente de la nuestra, Manuel de la Concha, tuvo la idea de liberalizarla con el ‘Big Bang’: los monopolios petroleros  (antes INH y CAMPSA), el sector eléctrico (Fecsa, Endesa o Sevillana, entre otros muchos). España se modernizó con fondos de la Comunidad Económica Europea y se redujo la dispersión de riqueza. 

Y llegaron los Juegos Olímpicos de Barcelona. Entonces, se produjo un cambio profundo de nuestro espíritu. El chorreo de medallas fue increíble para la generación de Paquito Fernández Ochoa y los ciudadanos de a pie nos lo creímos. Un Príncipe Felipe apuesto llevando nuestra bandera y una final de fútbol olímpico histórico, nos dieron alas y se mostró nuestro orgullo patriótico y unitario sin precedentes en épocas anteriores de la Transición. Y en ese momento de éxito, España empieza a contar y el ciudadano internacional se acaba dando cuenta de que nuestro país existe, de que hay algo grande al sur de Francia, en la frontera con Portugal.

Reinaba la energía, la ilusión, la osadía, el descaro y la respuesta a un deterioro de siglos en las relaciones con la comunidad internacional. Habíamos dejado atrás los períodos continuados de caída paulatina y apatía, especialmente el último nacido de la Guerra Civil. Filipinas, Cuba, hasta los de la Generación del 98 y los de la del 27, hubieran quedado perplejos de haberlo visto.

¿Podría volver la derecha a gobernar con esa cosecha de éxitos y su asociación al régimen anterior? Lo hizo. Y con consenso, con cintura, firme. Un ex inspector de Hacienda sacó todo lo que llevaba de orden y pundonor. Se llevó las elecciones de calle y armó un equipo de amigos en segunda línea, eficiente y de gran formación. La generación de Rato, Cascos, Mayor Oreja, Piqué…, era un buen colectivo, austero e incansable. Nunca olvidaremos a Aznar saliendo estoico de su coche bombardeado por ETA, y caminando hacia el hospital mas cercano no sin antes interesarse por las otras víctimas del atentado. 

Atentados y más atentados. Casi 800 muertos en la batalla librada en el País Vasco. Aún así el frente democrático nunca se arrugó y con mano firme trató de controlar aquella masacre fruto de una ideología nacionalista. 

La ciudadanía, al principio silenciada por el terror, sacó sus manos blancas en alto para decir basta ya, quizás con el asesinato de Blanco marcando el punto de inflexión, salió a las calles para frenar ese chantaje de las armas y poco a poco logró parar a quienes imponían su razón a golpe de bombas y tiros en la nuca.

Llegó 2004. Pero esta vez fueron los yihadistas los que sembraron el terror en repuesta a los delirios de poder de algunos ya maduros en su mandato. En un vuelco electoral sin precedentes, debido a errores tácticos y de comunicación monumentales, volvió el PSOE con José Luis Rodríguez Zapatero a la cabeza. En su equipo, Solbes manejaba con armonia a su antojo una España pre crisis, la séptima potencia mundial por PNB, con superavit presupuestario y con una deuda de menos del 50% sobre el PIB, un país muy preparado para afrontar tiempos difíciles…

Pero volvieron de nuevo los errores garrafales. En una revolución keynesiana y ya sin criterio, Zapatero, ignorante en lo económico y ya sin Solbes, que abandonó el timón augurando la que nos caería, tiró del gasto público para amortiguar la desaceleración y formuló una vía para fomentar la inmigración. OPA a los grandes bancos (BBVA/Sacyr) intervencionismo en todo y con todos, y cesión ante todas las presiones de vascos y catalanes para formar gobierno, hasta niveles alarmantes en materia de educación, entre otras concesiones.

Su gestión abrió la puerta a la vuelta del PP, que lo hizo revitalizado una primera agenda que trataba de evitar el rescate, con un nivel astronómico de deuda. Logró pasar su primer escollo, pero no el resto. Ayuntamientos, Comunidades Autónomas, Gobierno Central, inician un desbarajuste bestial entre las asignaciones y “donaciones”, con sobres y favores que nos avergüenzan hoy a todos. Casi una década de 25% de paro, 60% de paro juvenil, 100% de deuda sobre el PIB, (estadísticas solo vistas en la gran depresión de los años 30) y solo ahora conseguimos recuperar niveles del 2008. 

Dicho lo dicho, hoy tenemos un país en plena recuperación, lanzado por las exportaciones, consumo e inversión, que va mas allá de la política. A los actuales se les acabó el crédito y los delirios de poder, tanto a nivel central como a sus homólogos de CiU en Cataluña.

Como en el 85, volvemos los expatriados. Traemos formación, ilusión y energía. Títulos de los de verdad, (a pesar de los escándalos cercanos, que nos hacen pensar en una operación “política” para hundir las universidades públicas, como ya se hizo con las Cajas de Ahorro). Volvemos a conectarnos al resto del mundo con gran familiaridad y sin complejos. Volverán los “Gasol”, después de ganar muchos anillos en la NBA…

Algunos con objetivo de acabar con el despotismo a cuerpo descubierto, otros solo para disfrutar de nuestra buena gastronomía, nuestro deporte y nuestra seguridad. Todos sumaremos a esta sinergia, pero cada uno en su sitio. El cambio debe llegar con fuerza y sin impunidad, con sensibilidad hacia los más perjudicados, los parados, los ancianos, los mas jóvenes en formación y sobretodo enfocando los grandes desafíos económicos y sociales de manera proactiva.

La política de empleo debe asumir el modelo alemán, suizo y ahora también el francés de la formación profesional. Menos capitán y más sargentos y marineros. Tenemos un largo camino para devolver este país a niveles anteriores de deuda y que no caiga el peso de los excesos en futuras generaciones. Hay mucho por hacer, pero los objetivos están muy identificados.

El paralelismo es claro con el 85, con  renovada ilusión y energía tiraremos de la evolución de ambos costados, los “no pasaran” y “los novios de la muerte” de cara a un porvenir de libertad, igualdad y solidaridad. Hay que afirmar y ahondar con firmeza este giro hacia una España renovada y convertida en la sociedad abierta y democrática que nos conduzca al futuro. Dejemos que corran las nuevas aguas sin prisas, pero sin pausas, que nos hacemos viejos y aún nos queda por hacer y disfrutar.

Al menos Ángel y yo así lo pensamos y ambos estaremos muy atentos…

 

Rafael Salama

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