viernes, noviembre 22, 2024
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Hasta nunca, ETA

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Coincido con las Comisiones Obreras de Euskadi en que la definitiva desaparición de ETA es una noticia excelente aunque llegue demasiado tarde. El pasado 3 de mayo, la banda terrorista anunciaba su “disolución” en el último capítulo de una retórica execrable.

ETA fue derrotada por la sociedad vasca y española hace ya mucho tiempo. La verdadera fecha para la historia fue el 20 de octubre de 2011, con el anuncio del “cese definitivo” del terrorismo. Muchos han sido los intereses para que la noticia más esperada en España no haya sido objeto de celebración. A este país, los intereses tacticistas y partidistas le han robado el momento simbólico de celebrar la derrota del terrorismo etarra.

Ahora no podemos permitir que también le roben eso que se denomina el “relato” y que no es otra cosa que la historia. Los intereses espurios del poder y los autoritarismos son especialistas en robar relatos y crear leyendas donde debería haber historia.

Y en esta historia ha habido muchas víctimas, cada una con su particular duelo. En esta historia ha habido mucho dolor, mucha muerte y mucho miedo vivido de formas diferentes, también dependiendo del lugar en que se vivía. Lo afirmo con el conocimiento de la causa que da haber vivido y trabajado en Madrid y en Euskadi.

Recordaba recientemente Juan Barranco, quien fuera alcalde de Madrid, que solo en la capital ETA asesinó a 130 personas. A ciencia cierta ni siquiera existe acuerdo sobre el número de asesinatos totales cometidos por la banda terrorista. 955, según la Asociación de Víctimas del Terrorismo; 867, según un informe del Ararteko (Defensor del Pueblo vasco) sobre atención a las víctimas; 864, según la oficina de asistencia a las víctimas de la Audiencia Nacional; 858 para el Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo; 857 para la Fundación de Víctimas del Terrorismo; 853 considera Interior; 845 señala un estudio del Instituto de Historia Social Valentín de Foronda, de la UPV; 837 para el Gobierno vasco.De cualquier modo, cifras de espanto por la tragedia personal que existe detrás de cada muerte.

Cifras que también nos explican que la inmensa mayoría de sus matanzas las realizó ETA en democracia. Más de ochocientos asesinatos se cometieron tras morir Franco. En 1980, el año más sangriento, la banda perpetró 92 asesinatos, uno cada cuatro días.

Y volviendo a Madrid, entre 1985 y 2009 fueron cuarenta y cuatro coches bomba los que reventaron en nuestras calles y plazas. En la capital, los tiroteos y las bombas terminaron siendo algo cotidiano, convirtiendo a la ciudad en una “jaula” cada vez que la banda atacaba. Del barrio de Salamanca y Barajas a Vallecas o San Blas, ETA asesinaba a militares, soldados de remplazo, policías, obreros, camareros, turistas, paseantes…

ETA mataba, mataba y mataba también a sindicalistas de las Comisiones Obreras. Como el albañil Antonio José Martos, asesinado en los alrededores de Barcelona 1992 cuando contaba 27 años; o al cocinero Ramón Díaz, asesinado en San Sebastián en enero de 2001 a los 51 años; o al funcionario de prisiones Máximo Casado, asesinado en 2000. Año terrible en que también fueron asesinados históricos de CCOO como el periodista José Luis López Lacalle o el propio Juan Mari Jauregui.

ETA siempre fue un adversario de CCOO. El sindicato abogó desde su nacimiento por la lucha pacífica y de masas y ETA por el atentado individual. Incluso el asesinato de Carrero Blanco lo perpetró ETA para competir con las Comisiones Obreras, tal como ha explicado Nicolás Sartorius. Recordemos que el atentado se produjo el mismo día en que comenzaba el “Proceso 1001” y que estaba organizada una gran movilización internacional de solidaridad con los sindicalistas de CCOO. Estaba prevista la llegada del Secretario de Justicia del Gobierno de Kennedy y hasta la de Marlon Brando, pero el asesinato etarra trastocó todos los planes.

De hecho, el atentado sirvió para que en las calles aumentara la represión contra CCOO y el PCE y las penas de los procesados del 1001 fueran desorbitadas.

ETA no respetó nunca a nada ni a nadie. La banda no tenía palabra, que es la base de la democracia.

Como aseguraba en 2014 Santi Bengoa, miembro de la Fundación Buesa, y que fuera secretario general de CCOO de Euskadi en momentos muy duros: “a quienes damos ese valor a la palabra, nos ha resultado siempre indignante el discurso de ETA y su entorno, que siempre la han utilizado para crear división, buscar la fragmentación social y ofertar supuestas patrias liberadas con ciudadanos de primera y de segunda, con ciudadanos sin derechos. Todo ello para justificar la destrucción de vidas y valores”.

Hay que garantizar la verdad de lo acontecido en estos cincuenta años. El entorno que fue de ETA debe revisar críticamente la historia y alentar el cambio de sí mismos, pero también desde el Estado debe explicarse cómo se combatió el terrorismo y responder a denuncias como las realizadas por Amnistía Internacional sobre grupos como los GAL y torturas a los detenidos.

El objetivo es una sociedad reconciliada, sin amnesia, sin libertadores y en la que la convivencia y la reparación sean algo más que un sueño. La heridas son difíciles de curar, pero es posible.

 

Jaime Cedrún

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