viernes, noviembre 15, 2024
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De ETA a ‘la manada»: ojalá la Historia sea como nos la merecemos

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Los acontecimientos dramáticos producen cambios. Cuando disfrutamos de una nueva calidad, solemos ignorar que, en el origen, hubo una víctima.

La sentencia de «la manada» ha puesto de relieve un notable enojo de las mujeres que solo puede producir cambios legales, sociales y jurídicos. La derrota política, policial y democrática de ETA producirá, seguro, algún dividendo de paz. En ambos casos tenemos un reto: no olvidar a las víctimas.

El relato es como una «fake news», pero a lo bruto. Un cambio en el lenguaje, pensamiento y datos  para ocultar el sufrimiento.

Esta es la llamada «batalla del relato». El relato es como una «fake news», pero a lo bruto. Un cambio en el lenguaje, pensamiento y datos para arrimar el ascua a la sardina de cada cual.

«La clase media es la que ha sufrido la crisis» (populismo español). «Los extremeños nos roban» (populismo independentista). «La transición es traición» (populismo radical español). «Los chinos nos roban el acero» (populismo norteamericano). «Los refugiados nos quitan el empleo» (populismo reaccionario europeo). Estos son relatos que han cambiado el lenguaje, para cambiar la historia y la verdad: ninguna de estas afirmaciones se sostiene, ninguna es veraz, pero tienen una virtud: ocultar el dato, ignorar a quienes de verdad sufren.

Cito de memoria, pero creo que fue en 1990 cuando, en una colección de Diario 16, Manuel Vázquez Montalbán, escribió un título muy parecido al que encabeza la columna. Más allá de la novelilla, se encontraba una reflexión de Pepe Carvalho sobre las traiciones que esconden los cambios de relato.

Ojalá la Historia sea como nos la merecemos, significa, ni más ni menos, el derecho de las víctimas a ser conocidas como las palancas de los cambios.

Son la fuerza y la generosidad de las víctimas las que permitieron a la democracia y a la unidad de los demócratas derrotar al terrorismo. Nos merecemos que la historia lo recuerde y que afirme que el único legado del terrorismo es la muerte. No fue el teatrillo francés quien nos dará la paz ni serán quienes allí estaban quienes nos darán futuros gloriosos. Han de ser quienes nunca acompañaron el discurso de la muerte.

Es la mujer violada la que sufre el acoso del entorno de «la manada», de los voceros del machismo y la violencia que hacen de internet el más deprimente escenario de la política de la ira.

Lo ha versado Antonio Daganzo: el error de los que olvidan es creer que los olvidados harán lo mismo

La Historia será como nos la merecemos si el relato incluye a los olvidados y olvidadas; a las víctimas; la ignominia de la violencia, el desprecio a los pistoleros y las falacias justificativas.

De ETA a «la manada», circula el mismo hilo – por mucho que un asesino fugado hable en Francia de rechazar la sociedad patriarcal-: el hilo filofascista de quien justifica la muerte, el asalto o el secuestro.

La historia será como nos la merecemos si incluye la petición de perdón de asesinos y violadores. Si en el Panteón del desprecio añadimos a quienes practican el terror.

La moral de la Historia nos dice que hay una forma de solidaridad a la que debemos prestar atención: el lenguaje que nos hable de los que han sufrido.

En este país no solo nació Lorca; también lo hizo su asesino, y debemos contarlo.

 

Juan B. Berga

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