Hace bastantes años me ocurrió algo que considero condicionó mi acción posterior como divulgador en temas ambientales. Algo sencillo y lleno de contenido.
Intervenía dando una conferencia en una asociación de mujeres de las asociaciones de vecinos de Madrid. El tema era muy concreto: lo que podemos hacer todos y todas en el día a día por el medio ambiente y de una forma muy sencilla. Con el paso del tiempo le he llamado a esto “ecología de la vida cotidiana”.
Explicaba cómo no tenía sentido dejar las luces de casa encendidas en habitaciones donde no estábamos en ese momento, la eterna lucha con los hijos adolescentes donde ellos van dejando las luces encendidas y los padres las van apagando. Otros ejemplos eran ver como, por ejemplo, comprábamos un tarro de cristal de garbanzos, los cocinábamos, tirábamos el vidrio al contendor (somos más cuidadosos en eso) y lo que sobraba de la comida lo guardábamos en una fiambrera que habías comprado en “los chinos”. Lo sensato habría sido, guardar ese tarro y emplearlo para el resto de la comida sobrante. En definitiva muchos ejemplos de lo que se había hecho toda la vida y que ahora al ser “más modernos y ricos” lo habíamos dejado de hacer.
Al final de la intervención, una señora muy mayor, con apariencia de hacer un gran esfuerzo para hablar en público, afirmó con gran sensatez: “quería darle las gracias, porque hasta ahora yo pensaba que era tacaña, y ahora veo con alegría que soy ecologista”.
En la pasada Cumbre de París contra el Cambio Climático se produjo un debate muy interesante. Los países occidentales, con Estados Unidos a la cabeza (Trump aún no había entrado en acción) indicaban los altos índices de CO 2, todos ellos ciertos y muy preocupantes, y hacían una llamada a todo el planeta para su reducción. Muy necesario sin lugar a dudas. Los representantes de India trasladaron un mensaje muy claro al inicio: “Ustedes han contaminado el planeta durante los últimos 150 años quemando carbón y petróleo, eso les ha permitido un gran avance económico y de calidad de vida para sus ciudadanos. Ahora nos piden que no hagamos lo que ustedes hicieron porque repercutió en todos. Tienen razón, pero nosotros también tenemos derecho al desarrollo y la calidad de vida de nuestros ciudadanos. Cuando un ciudadano indio tenga el mismo nivel de sanidad, educación, etc,.. que uno de Estados Unidos dejaremos de contaminar.” Luego India, muy sensatamente, incorporó un gran plan de cambio del carbón por energías renovables a cambio de una financiación muy adecuada del Banco Mundial y las cosas cambiaron.
La reflexión de partida para esta columna a partir de estas dos anécdotas es muy sencilla: el planeta, la sociedad, la biodiversidad, la atmósfera, océanos, bosques,.. necesitan cambios radicales de la forma de producir, basados en el equilibrio entre lo que consumimos y la capacidad del propio planeta. Debemos hacerlo no desde el despacho o desde una visión urbana y occidental. Debemos volver a incorporar criterios de eficiencia, lógica, equilibrio, justicia y equidad de todo el planeta, no solo de “nuestro planeta”.
Miguel Aguado Arnaéz