Nos quedaba solo el parlamento europeo con un sistema proporcional puro y sin umbrales mínimos de acceso y se acaba de aprobar la puesta en marcha para 2024, e incluso antes si los estados lo decidieran, de una barrera mínima de entrada del 2 al 5% de los votos.
El apoyo ha venido de los partidos liberales, conservadores y socialdemócratas, todavía mayoritarios y que en otro tiempo fueron el motor de la construcción política europea, que sin embargo ahora parecen más preocupados de los mecanismos de frenada, cuando no directamente de asumir la marcha atrás que propugnan la extrema derecha y los xenófobos para no verse arrinconados electoralmente en sus propios países.
Parece que no bastaba con que nuestro particular sistema electoral, al contrario de la proporcionalidad que proclama la Constitución española, sea hoy en la mayoría de las circunscripciones mayoritario y discrimine especialmente a los partidos y formaciones minoritarias de ámbito estatal, lo que ha mantenido la alternancia de las mayorías o ha hecho girar hacia la derecha nacionalista a los sucesivos gobiernos en minoría.
De nuevo las denuncias postelectorales, tanto de medios de comunicación como de los nuevos partidos, se han enfriado y nada parece que apunte a la tan reclamada reforma electoral. Quizá porque los antes minoritarios ahora lo son menos, y aunque siguen denunciando un bipartidismo hoy declinante, sin embargo ya se consideran a resguardo parte del nuevo cuatripartito imperfecto y de la amenaza de exclusión de las minorías.
Por lo visto han sido países como Alemania los que en el marco de la UE han promovido la nueva barrera de entrada al parlamento europeo, parece ser que con el objetivo de conjurar otra amenaza: de los partidos emergentes de la extrema derecha como Alternativa por Alemania.
Otra contrarreforma de la representación electoral a destiempo, porque como otros partidos de la nueva derecha xenófoba, éstos ya son una torva realidad con un porcentaje de voto al que tampoco parece inquietar la reforma.
La primera reacción en España ha sido la de confiar en que el nuevo gobierno, salido de la moción de censura, no adelante la reforma electoral europea y adopte en todo caso el umbral mínimo para 2024, ya que depende de los grupos y parlamentarios minoritarios para su precaria estabilidad parlamentaria.
Otros ya se han puesto la venda antes de la herida y hablan de coaliciones más amplias para superar la barrera electoral y abordar con garantías las próximas elecciones al parlamento europeo.
De nuevo las mayorías de la UE, sus partidos y sus gobiernos, empeñados en dar disgustos a los ciudadanos europeos, y en particular a los que nos consideramos europeístas, añadiendo más barreras formales a la democracia representativa y sin afrontar los problemas de fondo que provocan el crecimiento de la extrema derecha, los populismos xenófobos y los escapismos que ahora la ponen en cuestión.
Porque para recuperar el liderazgo y la confianza en el proyecto europeo no se trata de umbrales electorales sino, muy al contrario, de avanzar simultáneamente en una mayor participación de los representantes, de la democracia participativa y de la opinión pública europea, sin poner sordina a la expresión de la diversidad y de la crítica.
Sin embargo, después del susto del emerger de la extrema derecha en sucesivas elecciones en el corazon de la UE: Francia, Austria, Chequia, Alemania… y más recientemente en Italia que parecía estimular una reacción de catarsis y de renovación europeista. Sin embargo las sucesivas reuniones de Consejos europeos han amortizado hasta ahora esas expectativas.
Se sigue desaprovechando la recuperación económica para aflojar el dogal de la austeridad y poner coto a la financiarizacion de la economía avanzando en el control y la regulación de las finanzas, la reestructuración de la deuda, la fiscalidad común y la necesaria armonización del modelo laboral y social europeo.
Porque sin cohesión social que palíe el malestar social de la crisis, Europa corre el peligro de convertirse cada vez más en propaganda de las elites e incomprendida por una parte progresivamente más amplia del pueblo europeo, caldo de cultivo de la indignación y la decepción.
Es sobre todo muy urgente evitar la manipulación política rampante de la inmigración y el derecho de asilo con medidas que garanticen el respeto a los derechos humanos, a la par que la puesta en marcha de acuerdos, visados y pasillos seguros para un flujo migratorio regular que Europa necesita, sin la tragedia continua en nuestras costas y en nuestras fronteras. Los últimos parches en el Consejo y retrocesos en la coalición de gobierno alemana no van en ese sentido.
Se trataría además de acordar medidas de transición justa a una economía sostenible, lejos del despotismo ilustrado y la reconversión dura, en diálogo con las comunidades y los sectores afectados.
También en defensa de los estándares mas exigentes en los derechos civiles y la división de poderes frente a la deriva autoritaria de cada vez más Estados con la pasividad a veces cómplice de la UE.
En definitiva, poniendo en marcha medidas urgentes de regeneración y recuperación de la confianza en las instituciones europeas.
Porque el recurso al sistema electoral no es una solución sino una muestra más de impotencia poniendo puertas al campo en vez de cultivarlo.
Gaspar Llamazares