Ya me gustaría saber por qué se ha optado para Pedro Sánchez por un presidencialismo distante y volador
A un presidente del Gobierno hay que quererlo u odiarlo. España veneró a Adolfo Suárez y a Felipe González, de Calvo Sotelo nadie se acuerda y Aznar sacaba “lo peor de mí mismo” a Iñaki Gabilondo (según confesión propia) igual que Zapatero despertó al demonio que dormía dentro de Hermann Tertsch.
Mariano Rajoy provocaba urticaria en la izquierda pero, en realidad, llegó a parecernos hasta entrañable con sus alusiones al rigodón en sede parlamentaria.
¿Y Pedro Sánchez? Pedro Sánchez era el deseado porque venía a certificar el sí se puede que la renovación generacional e ideológica requería tras aburrirnos mortalmente con Rubalcaba.
Sin embargo, están colocando a Pedro Sánchez tan lejos que no hay manera de enamorarse de él. Apenas da ruedas de prensa y las entrevistas a las que se somete son blanditas, sin consecuencia. Ya sé que Rajoy hablaba desde un plasma pero tuvo que sudar ante ciertas preguntas incómodas más de una vez.
Todo llegará, supongo, pero tanta camisa impoluta, tantos apretones de manos con mandatarios, tanta sonrisa y tanta pose no puede suplir un relato presidencial, un proyecto que necesariamente tiene que construirse con palabras que suenen a verdad.
¿Cómo se hace eso?
Que se lo pregunten a Obama.
O incluso a Trump.
La hoja de ruta de este Gobierno ha de ser una pelea contra la desigualdad creciente, contra la precarización, contra los alquileres abusivos, contra ese capitalismo desaforado que ha colocado en el filo de la navaja a las clases medias y trabajadoras . Y eso tiene que verbalizarlo el presidente del Gobierno.
Lo que pasa es que luego no se puede tocar al Rey (emérito y no emérito) ni hacer pública la lista de amnistiados fiscales ni pasarnos de la raya revirtiendo del todo la reforma laboral. Y así no hay manera.
Por otra parte, sacar los huesos de Franco del Valle de los Caídos está muy bien y lo de ir al FIB en avión oficial, aunque sea una chorrada, no queda muy aparente.
En fin, que gobernar resulta difícil y mucho más en estos tiempos en los que ha vuelto la idolatría y el pueblo pide líderes absolutos como Macron, Salvini o Putin.
Hagamos política y a ver qué pasa.
(Y otro día hablamos del turnismo con su cesantía y su gerente sustituto para cada organismo y de que a Óscar López se le galardone con Paradores, que no está nada mal, qué caramba).
Daniel Serrano