Se cumple un año del atentado de Las Ramblas. Este diario ha arrojado ya una docena de sombras de duda sobre la actuación de los Mossos en la investigación de la célula que dirigía el imam de Ripoll.
Son hechos incuestionables que salen del sumario y, en buena medida, escritos por los propios Mossos.
Releer un atentado hacia atrás es algo que toda buena policía (o Prensa, en su defecto) debe hacer para evitar cometer de nuevo los mismos errores. Los errores son muy variados pero pueden resumirse así:
1. Si se produce una explosión de decenas de bombonas (junto a mil productos explosivos más) y aparecen documentos de un imam y diversos magrebíes lo más inteligente no es ventilarlo con «ha sido un escape de gas» o es un «laboratorio de drogas». Ni lo uno ni lo otro es incompatible con yihadismo: las bombonas también les estallan a los radicales y también trafican con drogas. Véase el 11M.
2. Esa misma noche los Mossos debieron avisar a la Policía y a la Guardia Civil. ¿Sabéis algo del imam de Ripoll? ¿Sabéis algo de Youness Abouyaaqoub? Y cuando la jueza instructora inicial titubeó de si esta explosión podría ser otra cosa…, debieron contestarle que no sabían pero que, por si acaso, sería interesante pedir el tráfico de llamadas de los implicados (el imam, Youness, etc.), acudir a sus domicilios, y recabar/aceptar el apoyo de cualquier base de datos antiterrorista nacional o internacional, como luego sí hicieron. Pero tarde.
Como explicaba un experto tedax en este diario, «en caso de duda, operar como si fuera terrorismo».
3. Pero esa noche patriótica de los Mossos en la que no quisieron ningún tedax sobre el escenario ni propio ni menos de la Guardia Civil, algo que fue rechazado, tuvo un alto coste: perdieron más de 17 horas en conocer el rostro de su enemigo. Por su desidia en buscar explosivos no supieron que los moradores eran yihadistas. Sólo concluyeron que eran terroristas cuando ejercieron públicamente su oficio en Las Ramblas.
Para saber si hay explosivos hay que enviar tedax. Esto es un fácil axioma. Y su primera inspección seria fue el 18-A, al día siguiente del atentado, dos después de la primera explosión. Ni siquiera se enteraron hasta el 18-A que los bomberos hallaron explosivos en la noche del 16-A.
4. A los sospechosos la policía no debe llamarles por teléfono. Esto es otro fácil axioma. Sean presuntos narcotraficantes, como temían los mossos, o terroristas, como resultaron. Lo contrario es de Gila: «¿Es ahí el enemigo? Pues que se ponga, que se va a enterar».
Porque los mossos dieron en la diana: telefonearon dos veces a Youness Abouyaaqoub y pocas horas después atentaba. Cogió la llamada su hermano Houssaine y pocas horas después atentaba. ¿Qué haría todo buen terrorista si sabe que la policía le ha fichado junto a su polvorín tras seguir el rastro de su coche? Huir o atentar.
5. Abatir a casi todos los miembros de un comando es todo menos un éxito. Los muertos no delatan. No dan pistas. Quizá los Mossos crean que eso restituía su imagen de eficacia. Pero cuesta creer que no hubiera otros medios para someterlos sin quebrar su vida.
Una gesta así habría sido un escándalo si la hubiera perpetrado la Policía y la Guardia Civil en Euskadi incluso en los peores años del plomo. Pero hasta los más duros mandos de entonces que no dudaban en tirar a matar tenían clara una estrategia: hay que dejar vivo al terrorista que puede dar información.
6. El aviso de la CIA sobre un atentado en Las Ramblas pende como una grave acusación sobre los Mossos. La simplificación es inexorable: hubo aviso de atentado yihadista en Las Ramblas y finalmente hubo atentado yihadista en Las Ramblas.
Sin embargo, no hay rastro de planificación del atentado de Las Ramblas por el comando que dirigía el imam de Ripoll. O el aviso era incierto o se refería a un comando distinto. Porque a tenor del sumario ya público, los seguidores del imam de Ripoll aparentemente improvisaron porque, a diferencia de sus demás objetivos, nunca lo documentaron.
Pero aunque esto borre el estigma del aviso de la CIA desatendido tampoco costaba tanto poner bolardos en Las Ramblas o incrementar la vigilancia preventiva sobre la zona.
Un aviso de la CIA no es un acta notarial donde se da fe de quién, dónde, fecha y hora se va a atentar. Es un soplo, y sirve para lo que sirve, para trabajarlo. Nunca para dejarlo en cajón y a ratos decir que no existió tal aviso y a ratos quejarse de que era impreciso. O hay aviso o no hay aviso.
En suma, los asesinos yihadistas son los malos de Las Ramblas. No los Mossos. Pero los Mossos ni fueron diligentes en la investigación ni tuvieron el olfato esperable de una policía. Los buenos pudieron ser mejores.
Ese instinto no se logra en ninguna escuela: lo dan años de haber visto morir a compañeros por el terrorismo. Ningún tedax de la Policía o de la Guardia Civil habría dicho tras tan magna explosión en Alcanar con pistas de islamismo (imam) que ya, si eso, se personarían en la mañana siguiente, que menuda pereza inspeccionar por la noche con. Debieron descartar o confirmar esa noche en Alcanar la hipótesis terrorista. Y no dos días después, tras el atentado.
Y les faltó humildad a los Mossos. «¿Qué opináis, compañeros de Policía o Guardia Civil de esta explosión y de los implicados magrebíes?
Luego estarán las guerras previas o posteriores de celos, pisotones y descoordinación entre Mossos y ministerio del Interior, pero esa noche les tocaba a los Mossos compartir sospechas o indicios. No lo hicieron. Y lo pagaron muy caro. Con sangre propia y ajena.
Francisco Mercado – Carta del director