Lo acontecido con el puente Morandi, en Génova, cuyas víctimas mortales (ya casi cuarenta) han sido despedidas en funeral multitudinario este sábado, puede no ser un hecho aislado. No quiero ser alarmista, pero se me antoja imprescindible hacer una revisión exhaustiva de todas las infraestructuras con cincuenta años o más, dentro y fuera de Italia, para evitar más tragedias.
Algunos de los materiales con que estas construcciones están hechas (amianto, aluminio, hierro, cemento, hormigón…) se deterioran con el tiempo y dicha obsolescencia puede resultar mortal. Morandi es la prueba. Las autoridades tienen la obligación de preverlo desde el instante mismo en que se ponga la primera piedra de obra. Políticos todos, menos cortar cintas en inauguraciones propagandísticas y más inversión en estudios de impacto a medio y largo plazo. Sería una buena forma de ahorrarse más exequias y poder irse de fiesta, como Salvini, sin que nadie pueda reprochárselo.
Fuentes de absoluta confianza en la capital de Liguria confirman que el deterioro del viaducto genovés era público y notorio desde hace más de un año. Y que, muy al contrario de lo que sostiene Stéfano Merigliani, jefe de Autostrade (la empresa adjudicataria del mantenimiento del puente derrumbado), esta degradación sí que hacía presagiar lo peor. La Ley de Murphy, señor Merigliani, es inexorable.
Pero la realidad es aún más dura. Los usuarios de la autopista Torino – Savona, están haciendo circular por redes sociales y WhatsApp fotografías que muestran el penoso estado de los pilares de uno de sus puentes. ¿Habrá que esperar a otro derrumbe y su consiguiente masacre para hacer algo?
En España no estamos mejor. La lista de infraestructuras que rondan el medio siglo es amplia «y en diez o quince años» estarán como en Italia, cuentan estas fuentes. Ojalá se equivoquen.
Carlos Matías