Me pregunto si centrarnos más en lo que nos separa que en lo que nos une es algo inherente a nuestra naturaleza humana y, sinceramente, viendo nuestra evolución y los tiempos que corren, mi respuesta es sí, lamentablemente. Aquí algunos ejemplos:
Te odio porque yo soy hombre y tú eres mujer, da igual que, entre otras cosas, los dos pertenezcamos a la misma especie.
Te odio porque yo soy cristiano y tú eres musulmán, da igual que, entre otras cosas, ambos seamos creyentes.
Te odio porque yo soy blanco y tú eres negro, da igual que, entre otras cosas, los dos seamos personas.
Te odio porque yo soy heterosexual y tú eres homosexual, da igual que, entre otras cosas, ambos seamos humanos.
Te odio porque yo soy catalán y tú eres madrileño, da igual que, entre otras cosas, compartamos país.
Te odio porque yo soy independentista y tú constitucionalista, da igual que, entre otras cosas, seamos vecinos.
Te odio porque tú no eres como yo, no importa todo lo que me podría aportar tu diversidad.
Muchos conflictos tienen su origen en la exaltación de esas diferencias cuando se ven como algo negativo. No nos une lo enriquecedor de la diversidad, todo lo contrario, esa diversidad es lo que se erige como un ilógico pero habitual motivo de separación.
Sucede lo mismo con las críticas, si alguien no nos gusta, solo vemos sus defectos, nos fijamos en lo malo y obviamos lo bueno. Es más, la persona que es foco de nuestra crítica puede tener una virtud bastante evidente, pero somos incapaces de verla porque nuestra insistencia en resaltar lo negativo eclipsa cualquier otra opción que pueda disuadirnos de lo contrario.
Una crítica constructiva es aquella que permite extraer conclusiones positivas y útiles; sin embargo, una crítica destructiva es todo lo contario, se centra en lo negativo y, generalmente, su intención es hacer daño, y este tipo de críticas tiene una elevada prevalencia.
Hacer cualquier tipo de valoración, lo primero que requiere es respeto, esa debería ser la base de cualquier actitud. El problema es que parece que, hoy en día, el respeto está sobrevalorado y más viendo cómo proliferan los denominados `haters´ como si de cucarachas se tratara. Un `hater´ es algo similar a un enemigo, es decir, una persona que muestra deliberadamente actitudes negativas u hostiles criticando destructivamente a otros, la mayoría de las veces ocasionadas por envidias. Las redes sociales se han llenado de ellos, pareciendo esta práctica una especie de deporte nacional (o internacional) virtual.
¿No sería más razonable comentar los errores con la intención de ayudar a corregirlos y mejorar, en lugar de hacer que sean el centro de la crítica como elementos insalvables que echan por tierra todo lo demás? Aunque, claro, también hay quien no gusta de las críticas por muy constructivas que sean, es lo que tienen aquellos cuyos desmesurados egos hacen que se tomen lo constructivo como una ofensa personal, que también los hay a puñados.
¿Construir o destruir? Creo que es una cuestión que deberíamos plantearnos todos cuando vayamos a manifestar nuestra opinión abiertamente. Quizás sea bueno pensar sobre la repercusión que pueda tener sobre la otra persona y, si realmente no nos importa cómo le pueda afectar porque no gastamos de empatía, entonces pensemos en cómo nos gustaría que nos trataran a nosotros.
¿Por qué te odio? Me hago esta pregunta intentando ponerme en el lugar de esa persona que odia a otros de manera irracional.
Respuesta: no sé por qué te odio, quizás porque, tras mi lamentable ignorancia, se esconde una manipulación que esa misma falta de conocimiento ha permitido llegar a inculcarme un odio infundado, innecesario, pero que siento tan real que sustenta mis conductas más irracionales. Solo sé que te odio y lo siento en lo más profundo de mi alma. Si intento buscar la razón dentro de mí, creo que no encontraré ni el motivo, ni podré esbozar un argumento lógico para explicarlo, ya que te odio solo por el hecho de que eres diferente. Eso es lo que me han enseñado.
En fin, ¿algún día nos desharemos de la maldita costumbre de centrarnos más en lo que nos separa que en lo que nos une? ¿Quién sabe? Quizás.
Quizás algún día aprendamos de manera generalizada que la diversidad, ya sea cultural, étnica, lingüística, o del tipo que sea también forma parte de nuestra maravillosa naturaleza, y que nos puede enriquecer tremendamente si estamos dispuestos a ello, es decir, si estamos dispuestos a aceptar que lo diferente no tiene por qué ser sinónimo de negativo.
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