El actor James Stewart fue rechazado en el hotel Ritz allá por los años 50 del pretérito siglo XX por su condición de miembro de la farándula. Pudo alojarse, finalmente, mostrando sus credenciales de oficial de las fuerzas aéreas estadounidenses. Las había obtenido durante la II Guerra Mundial y ello le sirvió como salvoconducto en un establecimiento que rechazaba a los cómicos igual que en lejanísimos tiempos se les prohibía enterramiento en sagrado.
Sin embargo, Romulus Nyauawode Akpaka vino a morir al hotel Ritz desde África y no hubo problema. Tenía 42 años y sobrevivió (suponemos) a una travesía aterradora para ser partícipe de la reforma de un emblema del elitismo y el lujo.
Señalan los sindicatos que en las obras del hotel Ritz están trabajando más de una decena de subcontratas.
Es el signo de los tiempos.
Precarización y prisas (se sospecha) por finalizar cuanto antes y un accidente brutal en el que un migrante ha perdido la vida.
Un africano de los muchos que vemos llegar a las costas europeas y que tanto soliviantan a Matteo Salvini.
Perdonen la demagogia pero, como decía un viejo comunista de cuando la Santa Transición, la realidad a veces es demagógica.
Circula estos días un vídeo abyecto en el que un tipejo humilla con simulada cordialidad a un subsahariano porque, según argumenta dicho tipejo, “él paga impuestos “.
Nosotros pagamos impuestos y ese proletariado venido de África y otras latitudes donde la pobreza impera pone ladrillos de sol a sol o vaga por las calles vendiendo falsificaciones que compramos para luego poder quejarnos de que no nos dejan andar por la Gran Vía o la Barceloneta.
Ha muerto un obrero de la construcción y es noticia pero se nos olvidará muy pronto.
Y, sin embargo, debiera recordarse el nombre de Romulus Nyauawode Akpaka cuando se hace populismo en el peor sentido de la palabra señalando la inmigración como un gravísimo problema.
El problema hubiera sido, para el Ritz, que no hubiera gente como Romulus Nyauawode Akpaka dispuesta a partirse el lomo en el empeño de que, cuando se reabra el hotel, el champán llegue lo suficientemente frío a las habitaciones.
Afortunadamente (crucemos los dedos) en España la xenofobia no ha calado del mismo modo que en países como Italia o Alemania.
Ojalá sigamos así.
En el hotel Ritz dejaron de estar vetados las actrices y actores de Hollywood pero bien es verdad que las actrices y actores de Hollywood ya no son como Ava Gardner, quien (según dicen) se meaba borracha en los pasillos del Palace.
Ahora el hotel Ritz está siendo reformado por migrantes (y españoles) que se dejan la piel y, según vemos, la vida y la integridad física en un trabajo que, seguramente, no esté lo bien pagado que exigiría tal esfuerzo.
Demagogia, dirán algunos.
Reiteremos que la realidad, en tantas ocasiones, resulta demagógica.
Daniel Serrano