No es la vanagloria ni el autobombo lo que mueve a este escribano a darle a la tecla. Si se me apura, tampoco la satisfacción del deber cumplido, sentimiento que tiene un matiz de motivación social. En absoluto. Desde el escepticismo militante, este que lo es, no quiere más Pompa y Circunstancia que la que compuso Edward William Elgar (no su mejor obra, pero sí la más afortunada). Viene esta introducción, pelín pedante, a cuento de que a una semana justa de mi anterior entrega (Pensiones revalorizadas. ¿Y luego qué?) el Fondo Monetario Internacional, en su informa sobre España, abunda exactamente en la misma idea que se exponía allí.
“…volver a vincular el aumento de las pensiones a un indicador del poder adquisitivo, dice la declaración final del FMI, no debería traducirse en medidas legislativas que no formen parte de un paquete integral. Un ajuste ad hoc de las prestaciones podría hacer peligrar la sostenibilidad financiera del sistema”.
A pesar de todas la abyecciones que se atribuyen al FMI en algunos círculos y, muy especialmente, cuando no les da la razón, prefiero coincidir con el FMI a hacer, por ejemplo, con el señor Montero Soler, portavoz económico de Podemos.
El documento al que me vengo refiriendo hace referencia a los problemas laborales en España, tanto en lo que atañe al empleo como a la productividad, término, este último, que sólo invocarlo produce hipoxia en los políticos. “Resulta crucial preservar el espíritu de las reformas, en particular, la prevalencia de los convenios colectivos de empresa sobre los sectoriales” dice el informe. Si alguien se ha tomado la molestia de leer alguna otra entrega anterior en esta misma bitácora, le sonará la sentencia.
Hay, en mi opinión, una doble sospecha latente en el documento del Fondo Monetario Internacional. Por un lado, demostrar más interés en eliminar las reformas de los gobiernos anteriores, que han dado visibles resultados. Por otro, la tendencia a la patada a seguir, que dicen los del rugby, es decir, a quitarse cualquier compromiso de encima, no por el medio lógico de resolver, sino por el más cómodo y menos arriesgado de sacárselo de encima, que otros vendrán.
Lo que llevamos de legislatura se caracteriza por la falta de iniciativa del Gobierno y de los Grupos Parlamentarios. La productividad de los políticos está muy por debajo de la media de los trabajadores temporales (la categoría que les corresponde). La vida discurre por encima, por debajo, a un lado y a otro de los políticos, pero ellos o no se enteran, lo cual es muy malo, o prefieren no enterarse, que es bastante peor. En materia laboral, por ejemplo, prefieren que sean los jueces los que diriman las condiciones de nuevas formas de empleo (que lo hacen con sentencias divergentes y aún opuestas) a mojarse.
Poco ejemplar, aunque bien remunerado.
Thomas