Resulta que vamos a sacar los huesos de Franco del Valle de los Caídos para que se le rinda honores en la catedral de La Almudena bajo palio y con salvas de honor.
Eso sí que no.
Esta es una ocasión en la que el Estado ha de mostrar su vigor y no permitir que los descendientes del dictador nos avergüencen como país.
Habrá que llamar a consultas al nuncio del Vaticano o al papa Francisco para exigir que la Iglesia no vuelva a convertirse en cómplice del fascismo.
Habrá que dejar claro a la familia Franco que España es una democracia que no admite chantaje alguno.
Habrá que explicar al Partido Popular y Ciudadanos que esto es el siglo XXI aunque haya algunos de sus votantes que se hayan quedado en el Paleolítico (y también explicarles que la gran mayoría de sus votantes no son franquistas ni quieren votar a VOX así que no se preocupen).
Habrá que poner en marcha toda la maquinaria estatal que sea precisa para que no vuelva a humillarse a los supervivientes del franquismo a los que aún hay quien escupe a la cara sin problema alguno.
Sufrimos cuarenta años de dictadura y todavía hay que pedir permiso a los Franco para que nos dejen en paz de una puta vez.
La Santa Transición (que escribiera Francisco Umbral) se hizo como se pudo pero está claro que no puede considerarse un producto histórico tan perfecto cuando los últimos franquistas se ríen abriendo las fauces.
Todavía me acuerdo del artículo en el que Antonio Muñoz Molina se indignaba porque conocidos suyos de universidades extranjeras le preguntasen por Francoland refiriéndose a España.
Corrían los días convulsos en que políticos catalanes eran enviados a prisión. Lo cual, a cierta progresía extranjera, recordaba a cuando el Caudillo ofrecía alojamiento en numerosas cárceles peninsulares e insulares a los disidentes políticos.
Y Muñoz Molina clamaba: ¡España no es Francoland! ¡España es un país estupendo! ¡Aquí se aprobó antes que en ningún sitio de Europa el matrimonio homosexual! ¡Somos una nación (de naciones) civilizada!
Sí pero no.
Sí pero cuando vamos a sacar a Franco del Valle de los Caídos y a normalizar nuestra memoria histórica, nos encontramos peleando otra vez contra el bunker y con una anciana franquista en la tele que sale acariciando a un gato.
El Gobierno tiene que ser contundente con esto, tiene que enfrentarse al gamberrismo filibustero de los Franco con todo el peso de la ley y la legitimidad de quien representa al conjunto de las españolas y españoles.
No es negociable.
Franco tiene que ser enterrado en un lugar privado donde su familia pueda, si quiere, llorarlo y el resto de españoles no tengamos que padecerlo.
Daniel Serrano