lunes, noviembre 25, 2024
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Lo mucho y lo poco que es VOX

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Me salto el debate sobre si debe hablar de VOX o si es mejor obviarlo. Como no he dejado de hablar de PACMA en todo este tiempo, tengo todo el derecho a analizar a esta derecha a la derecha de las derechas.

Es necesario hacerlo porque, quienes comparten que sus propuestas son peligrosas, deben tener las mejores herramientas para poder responder a ellas con efectividad. Eso pasa por conocer la construcción, desarrollo y puntos fuertes del crecimiento de dicho partido.

Por suerte o por desgracia, he visto crecer a VOX desde sus primeros días. Vengo a ser el tío rojo de la criatura. Desde unos primeros pasos compartidos en EsRadio con Santiago Abascal, al desarrollo lento, difícil y pausado, apoyado en las ondas de Intereconomía.

Les ha costado llegar a donde están, no ha sido fácil hacer crecer ese discurso en España. Eso debería tranquilizarnos. Pero han tenido paciencia, constancia y al final, como pasa siempre, un poco de suerte.

A lo largo de todo ese tiempo han ido perfeccionando su discurso. El principio casi todo era ETA y su lucha era diaria contra el PP. De ahí sacaron sus primeros votos, militantes, simpatizantes… y dirigentes. Son la resistencia frente a la obvia derrota de la banda terrorista. Los únicos que siguen empeñados en que ETA ha ganado, en que no está derrotada y en que se les ha dado todo lo que querían.

De ese pasado del PP con el trato dado a María San Gil, Mayor Oreja y “la hoja de ruta” entre PP y PSOE nacen sus siglas.

Pero con eso apenas podían crecer. Sí, Bildu está en las instituciones, pero insistir en que todo es ETA no amplia mucho el margen de votantes. Entonces llegó Cataluña, empeoró la crisis y -como pasa desde que el mundo es mundo- siguieron llegando inmigrantes.

Sobre eso construyeron un relato más amplio. Dejaron a un lado ETA y enfocaron a España. Describieron un país en ruinas, destrozado por la clase política (otros les adelantaron con lo de casta) y a punto del colapso por culpa de las Comunidades Autónomas.

¿El problema de la Educación? Las Comunidades Autónomas. ¿El problema de Cataluña? Las Comunidades Autónomas. ¿El problema de la Sanidad? Las Comunidades Autónomas. ¿El problema de la deuda? Las Comunidades Autónomas. ¿El problema de las cajas? Los políticos y las Comunidades Autónomas.

Si había un acuerdo general en que era necesario reducir gasto de la Administración, ellos decidieron llevarlo al extremo -casi liberal- de cierre de todas las empresas públicas, todas las radios y televisiones públicas, todas las Comunidades Autónomas y todas las transferencias.

Esa es una de sus patas fundamentales. La otra, una nueva reacción frente al rápido avance social.

Su planteamiento se apoya en que hay una “ultraizquierda” que quiere imponer un modelo social y familiar hasta el punto de poner en cuestión otros posibles modelos.

Apoyados en la -lógica- existencia de subvenciones a asociaciones que defienden nuevos modelos de familia, subvenciones a entidades que ayudan a la integración de los inmigrantes, en leyes que permiten el matrimonio entre personas del mismo sexo, etc consideran que desde el Estado se está forzando un nuevo modelo social y familiar con el dinero de todos a costa de la defensa de un modelo tradicional de familia que sienten perseguidos.

Es de nuevo una reacción. El avance del feminismo y de una sociedad abierta y tolerante choca con un segmento importante de la población que no está preparado para esa convivencia y que aprovecha de los excesos de esos discursos para sentirse exageradamente ofendidos. Eso que llaman “feminazis”, “feminismo radical” y adjetivos parecidos son la base para justificar una lucha contra ello.

Lo creamos o no, es un nicho importante. Existe ese hombre (y mujer) heterosexual de entre 30 y 55 años cansado de que le llamen machista y le digan que está engañado por una sociedad patriarcal.

La presión social por ser perfectamente iguales provoca estas reacciones.

Ya tenemos descritos dos pilares claves. Por un lado el “caos” autonómico y por otro la reacción a la igualdad de género con ese “dejad a los heterosexuales en paz”.

El tercero es igualmente una reacción. Si el Estado es débil (autonomías, ETA) y la sociedad  se “descompone” (feminismo, ausencia moral de la Iglesia, homosexualidad…) se busca un modelo idílico fuerte y sin esos “problemas”, por lo que se pone el acento en la historia de España.

 

Como es cierto que no hemos puesto en valor nunca nuestra historia y como es evidente que tenemos un escaso respeto por lo que significan las Instituciones del Estado, VOX se pone al frente de su defensa como respuesta a los problemas que entiende existen.

Un pasado glorioso de España que justifica la voluntad de volver a ser igual de grandes, de poderosos, de país que se respeta y se hace respetar. Por eso las banderas y por eso la reacción -de nuevo- a esa ultraizquierda “comunista” que ellos aseguran quiere borrar la memoria de nuestro país hasta el punto de quitar calles a personajes históricos con la Ley de Memoria Histórica.

Apoyados en esas pequeñas y retorcidas verdades y en simplemente reaccionar a los errores ajenos, logran extender su mensaje. Pueden decir que no están contra los inmigrantes, que no son racistas, que lo único que quieren es que haya dinero para que los españoles no tengan que emigrar. Pueden decir que no defienden a Franco ni el franquismo, que lo que quieren es que no se borre la historia de España. Pueden decir que no están en contra de la igualdad, que lo que quieren es que no se les señale con el dedo por lo cumplir las exigencias del feminismo “radical”.

Todo eso, que en realidad es muy poco, es VOX. Gana votos en perfiles con educación superior, con recursos, pero también copia a Trump en busca de ese parado, hombre, heterosexual, de 45 años que no tiene ninguna ayuda frente a minorías que sí las reciben.

Gracias a eso pueden esconder el discurso que sí daría miedo de verdad, pero que está ahí.

La construcción está basada en errores ajenos y en la descripción de los problemas, obvios, de España (como hacía Podemos -cada uno priorizando unos sobre otros, evidentemente-). Ofrecen respuestas “de sentido común” camuflando el egoísmo de muchas de ellas (subvenciones, por ejemplo) pero sabiendo que el voto es secreto.

Por lo tanto, llamarles ultraderecha fascista puede desahogarnos y puede que hasta sea efectivamente descriptivo, pero no va a frenar su avance. Su discurso está lo suficientemente trabajado como para que lo parezca a quien lo escucha desde una posición “neutral”.

La clave es actuar en aquello sobre lo que construyen y usan para justificar esa reacción política.

Es sencillo,  que exista VOX es inevitable, pero si crece es que algo estamos haciendo mal. Revisemos qué puede ser y ofrezcamos respuestas mejores.

Alberto Sotillos

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