domingo, noviembre 24, 2024
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El error que la izquierda puede cometer con VOX

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Resulta el perfil de VOX demasiado ultramontano como para seducir (de momento) a mayorías y no tiene nada que ver, en su estética y contenido, con la inteligente apariencia de modernidad antisistema que adorna a Salvini, Alternativa por Alemania o lo que se ha denominado alt-right en Estados Unidos.

El recorrido de VOX está por ver y, según las encuestas, actualmente su implantación es tan minoritaria que podría quedar en nada.

Sin embargo, hay un cálculo que cierta izquierda hace y en el que se equivoca.

Se da por hecho que VOX se alimentaría exclusivamente de votos provenientes de PP y Ciudadanos y que ello debilitaría a ambas formaciones a favor de PSOE y Podemos.

Pero ¿realmente sería así?

En toda Europa los votos que está recogiendo la ultraderecha proceden de la clase trabajadora que ha caído en la desprotección y la clase trabajadora ha sido tradicional votante de los partidos de izquierda.

El peligro es que VOX, si se consolida (y se quita ese aire de ultraderecha legionaria), pueda robar votos al PSOE e, incluso, a Podemos.

No se trataría de algo tan extraño.

Que levante la mano quien no conozca a un orgulloso votante de Ciudadanos entre sus amistades proletarias.

Yo sí.

Y creo que son más de los que cuentan los politólogos.

Gente que votó a PSOE y a IU y que se siente insultada por los secesionistas catalanes y que no entiende del todo el nuevo feminismo y que, en medio de una realidad tan convulsa, necesita sentirse parte de algo y ese algo es la España que cuelga banderas en sus balcones.

El error de la izquierda sería menospreciar a esos votantes.

Podemos reírnos de ellos en Twitter (ya lo estamos haciendo para que quede clara nuestra superioridad moral) o podemos intentar comprender por qué una persona de clase media o clase obrera acaba apoyando a partidos políticos que legislarían en contra de sus intereses.

Porque, al final, más allá de las proclamas contra los inmigrantes, la agenda oculta de partidos como Ciudadanos o VOX consiste en bajar los impuestos a los ricos y que cada cual se apañe como pueda en la jungla económica del capitalismo.

O sea, agudizar el estado actual de precariedad.

Pero eso no lo ve el votante que quiere dejar constancia de su ira y se lanza hacia la papeleta de Ciudadanos o, tal vez, hacia la papeleta de VOX.

Escuchaba recientemente a Daniel Bernabé (autor del controvertido ensayo La trampa de la diversidad) decir que, mientras la extrema derecha pide muy poco para unirse a su causa (básicamente “ser español” –o alemán o polaco o rumano-), la izquierda eleva su nivel de exigencia hasta extremos desalentadores: ¿reciclas lo suficiente?, ¿eres suficientemente feminista?, ¿perteneces a una comunidad cultural oprimida u opresora?

Daniel Bernabé es de los que piensa que en una lógica de clases la izquierda se movería con mayor agilidad y que sería tan simple como volver a la vieja consigna: Proletarios del mundo, uníos.

Pero la diversidad (el feminismo, las luchas comunitarias, etc) forma parte de una cultura de la izquierda que ha sido útil y que no puede abandonarse.

Aunque tal vez la izquierda tenga que articular su discurso de otro modo para que le escuchen aquellos que votan a VOX.

Para que esos electores no paguen su enfado con los inmigrantes o con los catalanes secesionistas sino con quienes, realmente, les están oprimiendo mediante contratos precarios, salarios insuficientes y recursos sociales cuya escasez deja fuera a demasiada gente humilde.

Es el capitalismo, amigo.

Lo dijo Rodrigo Rato.

Eso es lo que tienen que entender todavía muchísimos votantes proletarios de Ciudadanos, VOX e, incluso, el PP.

Y la función de la izquierda es convencerlos.

Despreciándolos sólo conseguirá expulsar definitivamente de su órbita a una importante masa electoral.

Pero, bueno, también podemos ser como el estadounidense Partido Demócrata y que nos voten las estrellas de Hollywood en vez de la clase obrera.

Si con esos apoyos es suficiente para gobernar, adelante.

Daniel Serrano

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