Desde el primer momento en que tomamos aliento, vivimos bajo un proceso de domesticación que nos va moldeando durante la infancia. Si no somos conscientes de lo que sucede, podemos permanecer adormecidos el resto de nuestra vida.
Durante esta fase de adquisición de creencias y actitudes, perdemos no solo la candidez y frescura que caracteriza a los infantes, sino también nuestro dinamismo. Esas inesperadas ocurrencias, que son el destello inigualable de la creatividad innata, se van marchitando. Dejamos de soñar que algún día creceremos, para finalmente convertirnos en el adulto que nunca pensamos ser.
Y yo pregunto: ¿dónde dejamos al niño o niña que soñaba en grande? ¿Por qué nos empeñamos en dejarlo encerrado en el baúl de los recuerdos, cuando nunca se fue de nuestro lado?
El pequeñito que habita en nosotros, como cualquier infante, está capacitado con grandes aptitudes. Una prueba irrefutable de que la domesticación ha surtido su efecto es que probablemente nos reprochemos: «no soy creativo (a)». Pero, en realidad, todos los seres humanos nacimos para serlo, solo que la domesticación ha bloqueado la creatividad.
¿Has visto lo ingeniosos que pueden llegar a ser los niños? Tienen una capacidad infinita para inventarse su propio mundo de fantasía, por lo que terminan haciendo las más terribles y graciosas travesuras.
Todos hemos sido así, solo que, de adultos, muchos han comprado la absurda idea de que no tienen el ingenio suficiente y han preferido mantenerse a salvo en su zona de confort, antes que experimentar y crear cosas nuevas.
Deberíamos atrevernos y no pasarlo por alto. Un estudio de la Universidad de Bath, que contó con 798 participantes, demostró que, aunque todos tenemos la capacidad de ser creativos, las personas que son más abiertas a ponerlo en práctica son más permisivas con los cambios, y más propensas a retarse a sí mismas.
Tener una actitud mucho más consciente de nuestro potencial creativo nos puede ser de gran valor, no solamente para la resolución de conflictos personales, sino para cualquier reto que se nos cruce por el camino. Además, nos dará mayor disposición a acceder a los cambios y a demostrarnos de qué estamos hechos.
Recientemente, Duncan Wardle, ex vicepresidente de Innovación y Creatividad de The Walt Disney Company, dijo en una entrevista: «Los robots seguramente mejorarán nuestras habilidades y nuestros sentidos, pero no pueden sentir nuestras emociones, ni igualar la creatividad que generan esas emociones».
¡Cuánta razón! Es evidente que, para salir adelante en el mundo actual, no basta con aprender robótica y otras especialidades tecnológicas, sino también es imprescindible despertar nuestra conciencia y desatar los nudos que atan a nuestro niño interior. ¡Dejémoslo salir y veremos cómo la imaginación triunfa!
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