Este año, el Premio Nobel de la Paz ha sido otorgado a dos personas que luchan contra la violencia sexual que sufren las mujeres: la activista iraquí Nadia Murad y el ginecólogo congoleño Denis Mukwege.
Nadia Murad, que ahora tiene 25 años, fue arrebatada por los yihadistas de su pueblo y de su familia, gran parte de la cual fue asesinada, y fue convertida en esclava sexual por Estado Islámico con 19 años. Por fortuna, pudo escapar de esa terrible situación a los tres meses de su captura y, actualmente, es una activista que recorre el mundo con el objetivo de defender a las víctimas de violencia sexual.
Denis Mukwege, de 63 años, es un médico que ayuda a mujeres que han sido víctimas de violencia sexual a reparar el daño físico sufrido mediante cirugía reconstructiva. Con muy pocos medios, inició un hospital hace casi 20 años tras tratar a una mujer que había sido violada y mutilada por hombres armados. Se le conoce como el “doctor milagro” y, en la actualidad, vive en el hospital donde trabaja bajo protección por las amenazas que sufre.
Es muy significativo que el Premio Nobel de la Paz haya sido otorgado a dos personas que dedican su vida a luchar contra la violencia sexual, y es que los datos son escalofriantes.
Nadia Murad se encontraba entre las 3.000 niñas y mujeres yazidíes que fueron esclavizadas y sometidas a todo tipo de horrores por Estado Islámico y, a consecuencia de lo cual, muchas de ellas se suicidaron. Hoy en día, se calcula que todavía miles de mujeres se encuentran en esa horrible situación.
En el hospital del doctor Denis Mukwege se han atendido a más de 50.000 mujeres y, hay días, en las que su equipo médico realiza más de 10 operaciones reconstructivas.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) alerta de que el 35% de las mujeres en todo el mundo ha sufrido violencia sexual al menos una vez en su vida. En España, cada día 3 mujeres denuncian este tipo de violencia pero, como sabemos, no todos los casos son denunciados, de hecho, se estima que solo el 5% se atreve a denunciar.
La OMS define la violencia sexual como: “todo acto sexual, la tentativa de consumar un acto sexual, los comentarios o insinuaciones sexuales no deseados, o las acciones para comercializar o utilizar de cualquier otro modo la sexualidad de una persona mediante coacción por otra persona, independientemente de la relación de esta con la víctima, en cualquier ámbito, incluidos el hogar y el lugar de trabajo.”
También hablamos de violencia sexual si la persona no está en condiciones de dar su consentimiento, por ejemplo, cuando la víctima está bajo los efectos del alcohol o las drogas, dormida o mentalmente incapacitada.
En España, las violaciones son consideradas delitos privados, es decir, es necesario que haya una denuncia por parte de la persona agredida para que pueda ser investigado. Por ello, si un profesional sanitario detecta un caso en un centro de salud o si alguien es testigo de una agresión de este tipo, su denuncia no servirá a menos que la víctima también denuncie.
El problema es que atreverse a denunciar es complicado; generalmente, la víctima suele sufrir vergüenza y sentimiento de culpa, además, si se produce la denuncia, comienza un proceso muy duro en el que no solo esta tiene que revivir una situación tan traumática, sino que se suele encontrar también con una enorme falta de sensibilidad por parte de los profesionales implicados como policías, jueces, abogados, etc., que incluso pueden poner en tela de juicio el testimonio de la víctima. No en vano, se llegan a formular lamentables preguntas del tipo “¿qué tipo de ropa llevaba?”, “¿cerró usted las piernas?” u otras lindezas de este tipo.
La violencia sexual contra la mujer es una terrible realidad que en muchos países se sigue cometiendo impunemente. De hecho, según UNICEF, 750 millones de mujeres en todo el mundo se casaron siendo menores de 18 años y unos 120 millones de niñas en todo el mundo han sufrido relaciones sexuales forzadas en algún momento de su vida. También, al menos 200 millones de mujeres y niñas han sufrido mutilación genital. Lamentablemente, podría seguir enumerando datos en este sentido, pero creo que queda bastante claro que la violencia sexual ha alcanzado la categoría de pandemia mundial.
Cuando se pretende luchar contra esta enorme lacra, se suele hacer fundamentalmente a través de un sistema penal, es decir, cuando la agresión ya se ha cometido, y aunque cada vez proliferan más acciones para combatirlo de manera preventiva y desde un enfoque multisectorial: salud, educación, bienestar social, judicial, etc., la labor es más que ardua.
Personalmente, me siento satisfecha por la elección de los galardonados con el Premio Nobel de la Paz de este año pero, a la vez, me entristece y me indigna sobremanera que se tenga que seguir luchando tan duro contra quienes atentan contra la libertad sexual de las mujeres, esa que nos corresponde por derecho propio.
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