Decía Andreotti que no desgasta el poder sino la oposición pero viendo y escuchando a Fernando Martínez Maíllo da la impresión de que la oposición rejuvenece. Maíllo se ha dejado un poco de barba, se ha quitado la corbata y ha declarado: “Pablo Iglesias es un crac, Pablo Iglesias es el puto amo”. Regreso al punk.
El puto amo, por cierto, tiene que sortear críticas de voces pleistocénicas del PSOE por ir a ver a Oriol Junqueras. Susana Díaz le acusa de sobreactuar. “Va de vicepresidente” sugiere. Pero es que Pablo Iglesias sería vicepresidente en un país normal. Claro que Susana Díaz preferiría en ese puesto a Albert Rivera, más en su onda ideológica que es la onda de conservar el poder a toda costa sin molestar jamás a los banqueros ni a la oligarquía ni tampoco (por supuesto) a las cofradías sevillanas.
Hablábamos, no obstante, de Maíllo, en una regresión al gamberrismo juvenil que puede acabar en la compra de un par de Doc Martens o haciendo botellón en el patio del Congreso.
No es el único que ha vuelto a la adolescencia en el PP. Dolors Montserrat habló de “prostitutas desconcertadas” desde su escaño y Rafa Hernando miraba tierno y la bancada socialista resoplaba de alivio porque esta semana no ha tocado disparar a algún ministro o ministra.
Tejerina, mientras, aludía a la mala formación educativa de las niñas y niños de Andalucía y ahí estaba Susana Díaz para envolverse en la bandera blanca y verde y clamar “todos eran mis hijos” como en el título de Arthur Miller. Y luego habla la presidenta andaluza de sobreactuación refiriéndose a Pablo Iglesias.
Así nos va la vida, con Pablo Casado aburriendo a Angela Merkel (bastante tiene ella con lo suyo) y Pedro Sánchez a ver si saca los presupuestos y los independentistas catalanes jugando a soplar y sorber a la vez con lo difícil que es eso.
¿Es Pablo Iglesias el puto amo?
A Borrell eso le molesta bastante.
A mucho socialistas eso les molesta bastante.
Sin embargo, tendrán que acostumbrarse ya que la fragmentación del campo progresista va a persistir y las mayorías absolutas de Felipe González (sniff) no volverán. Eso duele a cierta tertulianía que sueña con los día de vino y rosas en que se ligaba con fruición en los fastos del 92. El tiempo pasa, nos vamos volviendo viejos (que cantaba Pablo Milanés).
En cuanto a Maíllo, permítanme que le aplauda. Si se deja la barba puede convertirse en el hispter del Congreso de los Diputados e irse de gira con Taburete.
Hey! Ho! Let’s Go!
Daniel Serrano