domingo, noviembre 24, 2024
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¿Sabemos que podemos cambiar?

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Solemos decir que las personas no cambiamos y que somos animales de costumbres, de hecho, con el paso de los años, los rasgos de carácter tienden a acentuarse y si, por ejemplo, de jóvenes somos testarudos, cuando envejecemos, lo normal es que lo seamos aún más. Esto es algo bastante habitual, pero ¿por qué resignarnos a que así sea? Es decir, si tenemos algún aspecto de nuestra forma de ser que no nos satisface, ¿por qué conformarnos con seguir igual en lugar de tratar de modificarlo?

Muchas veces he oído eso de que no hay que tratar de cambiar a los demás, sino aceptarles tal y como son, y no es una cuestión de conformidad, sino de aceptación de las características individuales de cada uno, porque lo que nosotros consideramos como motivo de desagrado en los demás, es solo nuestro particular punto de vista y no tiene por qué ser un motivo para tratar de imponer nuestra voluntad sobre ellos. Sin embargo, en nuestro propio caso y a nivel particular, ¿por qué no intentar cambiar aquellas cuestiones con las que no estamos conformes y que podríamos mejorar?

Dedicamos gran parte de nuestra vida a recibir una educación, solemos invertir muchas horas en consultar múltiples fuentes que nos aportan conocimientos y cultura; en muchos casos, realizamos cursos de formación para ampliar nuestros conocimientos, es decir, destinamos tiempo y recursos a nuestro crecimiento personal y, en ocasiones, puede que sea costoso y que el esfuerzo no resulte de nuestro agrado. Entonces, ¿por qué no invertir nuevamente tiempo y recursos en analizar, por ejemplo, nuestros ataques de ira, de orgullo o nuestros miedos? ¿Por qué no detenernos a observarlos, entenderlos e identificar su origen y darles la vuelta para aprender a controlarlos y convertirlos en una oportunidad de mejora? En definitiva, ¿por qué no dedicar nuestro tiempo de manera sistemática a analizar nuestra conducta cuando lo que hacemos o sentimos a menudo nos deja un amargo sabor de boca?

Hay situaciones en las que intentamos cambiar estos aspectos cuando nos damos cuenta de que suponen un problema en nuestra vida, por ejemplo, si dificultan nuestra relación con los demás o son motivo de infelicidad, aunque hay veces en que, lamentablemente, ni siquiera lo concebimos como algo problemático a pesar de las consecuencias que nos acarreé. ¿Por qué asumimos como algo normal sentir odio con frecuencia, estar frustrados a menudo o pensar mal de los que nos rodean como norma general? Deberíamos plantearnos muy seriamente que lo que aceptamos como conducta habitual en nosotros o como inherente a nuestra manera de ser y que, para más inri, nos hace tremendamente infelices, no debería formar parte de nuestra vida y, menos aún, con esa normalidad con la que realmente lo aceptamos.

Hay un dicho que es toda una declaración de intenciones y que es tremendamente útil: “querer es poder”, ¿te suena? Seguro que, aparte de conocerlo, es posible que lo hayas utilizado en algún momento de tu vida orientado a lograr tus objetivos: completar unos estudios, conseguir un trabajo, conquistar a una persona, subir una montaña de gran pendiente, etc. Pues también tiene su aplicación de cara a que mejoremos como personas. Si nos paramos a mirarnos a nosotros mismos y decidimos que no nos vamos a conformar con esos rasgos que no nos gustan, sino que queremos cambiarlos, ya habremos dado el primer y más importante paso.

Imagínate que eres una persona de las que se dice que entra rápidamente al trapo y, cuando oyes algo que no te gusta, enseguida respondes de forma airada, aunque poco después te arrepientas del tono y contenido de tu respuesta. En ese caso, eres de los que debería contar hasta diez antes de hablar, ¿verdad? Porque en ese lapso de cero a diez, seguramente bajes el tono e intensidad de una respuesta que te podría traer indeseables consecuencias. Si eres capaz de identificar esos momentos y, en algunos de ellos, conseguir contar por lo menos hasta cinco, seguramente con la práctica puedas llegar hasta diez o incluso más y, a futuro, ya no tengas ni que contar porque automatices el hecho de ser capaz de controlar tu respuesta. Como ves, aparte de querer cambiar eso, ya es una cuestión de práctica que, a base de insistir y perseverar, conseguirá que instaurares nuevas y más deseables conductas que no solo beneficiarán a la gente con la que te relaciones, sino y más importante, te beneficiarán a ti.

Todo esto, además, nos ayuda a empatizar con los demás, es decir, si somos capaces de mirarnos a nosotros mismos y hacer un ejercicio de mejora personal, eso nos permitirá mirar más allá también y ponernos en el lugar de otras personas, teniendo más en consideración las necesidades de la gente que nos rodea, les conozcamos o no, porque eso será una cuestión que, probablemente, pase a ser irrelevante.

Esto que, en definitiva, es un ejercicio de introspección, hará que dejemos de ser meros espectadores de nuestra vida para participar más activamente en ella, porque el hecho de dejarnos llevar por conductas negativas y sus consecuencias sin hacer nada para cambiarlo, hace que perdamos el control y que las circunstancias manden, en lugar de hacerlo nosotros. Sin embargo, si sabemos que podemos cambiar y actuamos en consecuencia, ocurrirá lo contrario. ¿Quieres? ¡Puedes!

SagrarioG
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