Admiro la entereza y decisión de la primera ministra británica en defensa de una salida pactada del Reino Unido de la Unión Europea y tanto más porque, a estas alturas del proceso, estoy por pensar que la brava política conservadora a lo mejor ya no está tan convencida de que el brexit sea bueno para su país. Si fuera así, encarecería aún su coraje y su obstinación, a sabiendas, más, con la certeza, de que cuando acabe esto se habrá consumido hasta las cenizas para la política del Reino Unido.
Quienes vivimos con pasión la vida de la Unión Europea y vemos con pesar que el ideal de unión se desvanece entre la torpeza y el populismo,la batalla de Inglaterra tiene las mismas notas de heroicidad que presentó el pueblo británico ante Hitler. Lástima que ahora la batalla se libra frente a amigos, que no quieren desentenderse. Theresa May es un talento político. Hace frente a las consecuencias de la delirante decisión de su antecesor y compañero de partido, James Cameron, de convocar un referéndum. Hay políticos que creen todavía que los referendos son una sana práctica democrática, olvidando que son un instrumento utilizado asiduamente por todos los autócratas que en el mundo han sido, y llevamos unos cuantos.
Theresa May se está sacrificando en su empeño de cumplir una promesa ajena hasta haber sido reprobada por el Parlamento británico como desacatadora, algo que para una tory debe ser algo parecido a una excomunión. Y muy probablemente su esfuerzo y su riesgo sea baldío. Su partido (¡estos partidos!) va a ser el culpable directo de que Reino Unido y Unión Europea mantengan una disputa en la que todos pierden.
La túrpida Comisión Europea, en la que ya sobra claramente el besucón Jean Claude Juncker, debe ahora dejar a la señora May que recorra su laberinto y, con la experiencia indeseada adquirida con la crisis económica y el brexit, debe ponerse de hoz y coz a intentar que la Unión avance a velocidad de crucero, que ya se ha perdido demasiado tiempo en esta desgarradora tragedia.
Constato como muy importante el empujón esta semana del Eurogrupo. La reforma de la zona euro es una necesidad vital. Llegaron a un acuerdo para poner en marcha el cortafuegos del Fondo Único de Resolución bancaria; para dar más poder al Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE), el fondo de rescate europeo; a un atisbo de mutualización de la deuda y, además, seguir los trabajos para llegar a formalizar un presupuesto de la eurozona. Puede sonar a tecnicismos sin alma, pero son medidas que ponen firmes diques a una crisis como la recién conjurada. Ese es el camino.
Al otro lado del Canal, el martirologio de May llevará al Reino Unido fuera de la Unión, al elevado precio de hacerse añicos internamente. Creo que debemos desear que vuelva a encontrar su sitio y su rumbo.
Thomas