La última estadística del INE expone que el primer semestre de 2018 registra el menor número de nacimientos desde 1941 (año en que el INE comenzó a recoger datos). Diego Ramírez, experto en demografía del CSIC entrevistado en el País, señala que la crisis económica ha tenido un impacto drástico sobre la fertilidad de las personas con contrato temporal y sobre las que se encuentran en el paro, pero que no ha tenido impacto sobre la fertilidad de quienes tienen contratos fijos. La ausencia de seguridad laboral produce una disminución de la natalidad. El INE también refleja que las tasas de paro y de temporalidad son más altas entre las mujeres, así como la tasa de empleo a tiempo parcial.
Estos datos no son algo que nos pille por sorpresa. Ya sabemos que la precariedad está feminizada, y que son las mujeres que están en la veintena y en la treintena las que se han visto más afectadas por la crisis. Ya sabemos que, cuando tu contrato es temporal, experimentas una inseguridad que te impide hacer planes a largo plazo. Las mujeres son quienes tienen peores condiciones laborales, las que tienen la capacidad de traer criaturas al mundo y las que, ante la insuficiencia de la corresponsabilidad paternal, cargan con los cuidados de forma desproporcionada.
Esta caída histórica de la natalidad puede interpretarse como una auténtica huelga de mujeres. Las mujeres están clamando por una transformación de sus condiciones de vida y de sus condiciones laborales. Lo peor de todo es que, en la mayoría de los casos, la temporalidad no es necesaria. Es decir, muchos trabajos que se hacen durante todo el año son cubiertos con puestos temporales y muchos otros que se hacen durante una temporada determinada del año (como vacaciones o navidad), también podrían cubrirse a largo plazo con las mismas personas, teniendo en cuenta esos períodos. Casi todos los contratos que hoy son temporales deberían ser indefinidos.
La temporalidad sirve, hablando claro, para facilitar el despido y para convertir en papel mojado los derechos de las trabajadoras y los trabajadores. Los contratos temporales fraudulentos no son la excepción, sino la regla. Cuando la temporalidad entra por la puerta, los derechos salen por la ventana. Desde la protección jurídica del embarazo hasta la limitación de las horas extra, pasando por la protección frente al acoso sexual. Todos los derechos laborales se ven seriamente perjudicados cuando tenemos un contrato temporal. Y no es un secreto que hay quienes se ven forzadas a trabajar gratis, a soportar humillaciones o a trabajar en condiciones insalubres. Todo con la esperanza de conseguir un contrato indefinido…algún día.
La dualidad del mercado de trabajo es un problema para las mujeres. Acabar con la temporalidad del empleo debe ser un punto imprescindible en la agenda política feminista.
Tasia Aránguez Sánchez