El pasado 29 de noviembre, en el Museo de Memoria y Tolerancia de la Ciudad de México, el escritor hispano/peruano, Mario Vargas Llosa, dictó la conferencia, El muro que tiraron las ideas; durante el desarrollo de la misma, aseguró: “Me temo muchísimo que el populismo, que parece realmente la ideología del actual Presidente de México, nos conduzca otra vez a la dictatura perfecta”
La frase fue festejada por quien lejos de moderar, incitaba al conferenciante, el comentarista Sergio Sarmiento. Tal descripción, la utilizó el escritor en 1990 en el debate, El siglo XX: la experiencia de la libertad; moderado por Enrique Krauze ante la tutela de Octavio Paz, describía un régimen que alternaba cada seis años al mandatario sin apenas tomar en cuenta la voluntad popular y aunque dentro de la Teoría de las élites, esta circulación es suficiente para dar legalidad a un régimen político, la descripción hecha entonces por Vargas Llosa, fue matizada por el premio Nobel mexicano: » Lo de México no es dictadura, es un sistema hegemónico de dominación”.
El régimen, ya para entonces abiertamente neoliberal, sobrevivía una elección presidencial fraudulenta y arbitraria.
El problema no era un partido dominante, sino la simulación electoral al servicio de la oligarquía, donde el partido mismo, empezaba por no existir fuera de la voluntad de algo parecido a una mafia del poder.
En 2018, México transitó por fin a la democracia, treinta millones cuatrocientos ochenta y tres mil votos, el 53.19% del electorado hicieron imposible el fraude y legitimaron el mandato del primer Presidente de izquierda democrática.
El partido MORENA además obtuvo mayoría en ambas cámaras del Poder Legislativo, si en ese apoyo masivo de los electores, observa Vargas Llosa, el camino a la dictadura, es porque el mundo se empeña en escapar del panfleto neoliberal, que se ha montado el escritor para explicarlo.
Por eso tampoco entiende las protestas en Chile, una economía, cuyos gobiernos desde la dictadura militar de Pinochet, siguen a pies juntillas la receta en la cuya infalibilidad insisten los fundamentalistas del mercado.
Quizá el hecho de repetirla hasta el cansancio, entre ellos mismos, refuerza la miopía ante la realidad, necia en contradecirlos.
Al Nobel de literatura, es difícil pretender que en su fundación, le contraríen los dogmas, sus consejeros economistas, Pedro Aspe o Arturo Fernández, menos lo harán sus consejeros, Enrique Krauze, Rafael Alfonzo o Sergio Sarmiento, investidos con un celo devoto sólo comprensible entre los neófitos de las políticas económicas.
Desde hace tiempo, la derecha en el mundo, ha justificado el desmantelamiento del Estado de bienestar y con él, una serie de políticas de golpe a los derechos sociales y de asistencia pública,
bajo el argumento inválido que toda intervención en el funcionamiento del mercado, deviene en populismo y este conduce a la dictadura.
El individualismo sin restricciones que profesan, sólo sería un modelo más, que a pesar de los fracasos, se empeñan en implantar sus fanáticos, si no corrompiera la vida pública y generara pobreza extrema, bajo el patrocinio ilegal de monopolios trasnacionales y oligarquías financieras vinculadas a la guerra, el tráfico en todas sus infames variables y el deterioro ambiental del planeta.
Ariel Maldonado Leza