Carolina (30 años)
«Uf, otro día más que me levanto con la hora justa y, después de la carrera que me he pegado, se me escapa el tren en las narices. Si no me hubiera puesto zapatos de tacón seguro que lo habría pillado, qué mal se corre con estos zapatos, y ahora estoy aquí sofocada y con dolor de pies. A ver… próximo tren… en siete minutos. ¡Vaya mierda!
Si es que me paso la vida corriendo, no sé cómo me las apaño, corriendo al trabajo, a casa, a la compra, a todos lados. Creo que en Madrid vivimos engañados y el día no tiene veinticuatro horas, sino alguna menos, porque aquí se me pasa la vida que no me entero. ¡Vaya ritmo frenético!
Jolín, creo que ya han pasado los siete minutos y el tren no viene, basta que vaya con prisas para que se retrase todo, la maldita Ley de Murphy es una verdad como un templo, así que hoy llegaré tarde a la oficina… Eh, parece que ya oigo el tren, a ver si es verdad que viene de una vez.
Bueno, estoy bien ubicada, justo aquí suelo coger la puerta y así entro de las primeras en el vagón, es posible que hasta me pueda sentar. Aunque hay mogollón de gente detrás de mí, que luego se ponen a empujar y me sacan de quicio. A veces pienso que debo tener en la espalda un cartel de “se traspasa” porque todo el mundo quiere entrar antes que yo aunque esté delante. Espero no tener que sacar los codos a pasear porque esto es la ley de la jungla y aquí gana el más fuerte.
Vaya, ¿qué le pasa hoy al conductor de turno? ¿Es que no sabe frenar en condiciones? Estoy en el sitio de la puerta y se ha ido un metro más allá, pues ahora con tanta gente delante seguro que no cojo asiento y me toca ir de pie, y encima con tacones. Dicho y hecho…
Esto parece un tren de ganado, y no solo por lo hacinados que vamos, sino también por el olor, ¿es que la gente le tiene alergia a la ducha? Diossss, qué mañanita llevo y eso que el día no ha hecho más que empezar, pues como esto siga así menuda jornada me espera… Voy a respirar hondo, o bueno mejor no, que me llevo todo el hedor. ¡Panda de cerdos!
De repente se ha puesto a diluviar y ya es la tercera vez que se para el tren, no solo llega tarde, sino que va leeento como un caracol y no sé ni cómo ponerme, tengo los pies que tiraría los tacones a tomar vientos, monísimos pero incomodísimos. Mañana me pongo zapato plano, lo tengo muy claro. Y esta niñata de al lado que no para de moverse y de molestar con su mochila y su libro, si no hay sitio para leer, me tiene hasta las narices, parece el Demonio de Tasmania removiéndose, como no llegue ya a mi parada, le tiro de la coleta.
No me lo puedo creer, media hora para un trayecto de quince minutos ¡el doble de lo normal! Maldito conductor, malditos ladrones de tiempo estos del tren, no solo me roban el tiempo sino también las energías. A ver si ahora consigo salir del vagón…»
Martina (18 años)
«¡Madre mía, que se me escapa el tren! Nooo, ya empieza a pitar y va a cerrar las puertas… ah, pero no las cierra todavía… venga spring final… ¡Bien, estoy dentro! Creo que el conductor me ha esperado. ¡Todavía queda gente maja!
Esto está lleno de gente y qué calor hace. A ver, voy a tratar de quitarme la mochila y el abrigo que si no me voy a cocer, además necesito darle un repaso a biología que voy justa para el examen. Lo siento señores de alrededor pero tengo que estudiar, así que me tendrán que hacer sitio sí o sí.
Voy dando tumbos, pero es que no tengo donde agarrarme, aunque con tanta gente pegada dudo que me pueda caer al suelo, a ver si consigo pasar de página y no morir en el intento.
Esa chica de al lado ya me ha mirado mal un par de veces, lo siento guapa pero tengo que estudiar y no tengo sitio donde agarrarme, que tú sí que vas bien agarradita a la barra y, menos mal, porque con esos pedazo de tacones no sé cómo te mantienes en pie. Muy bonitos sí, pero tienen que ser incomodísimos, yo no podría andar con algo así.
Qué bien, la de gente que se baja en Atocha, pues ahora sí que me siento antes de que suba toda esa marabunta que está esperando en el andén, esto parece una manifestación.»
Diana (27 años)
«Mira que bien, llego con tiempo de sobra para coger tranquilamente el tren, me voy a ir hacia delante que por allí hay menos gente y seguro que viajo más cómoda.
Justo ha parado el tren con la puerta frente a mí, gracias conductor, así da gusto.
Um, qué bien, hay un asiento libre, además, al lado de la ventanilla, como a mí me gusta. Bueno, mejor le cedo el asiento a ese hombre mayor que acaba de entrar… Ah, se me ha adelantado una señora ofreciéndole su sitio. Bueno, pues mejor, así sigo sentada.
Parece que hoy el tren va con algo de retraso, ya hemos parado un par de veces, quizás haya alguna incidencia en el servicio, pero no hay problema, voy con tiempo de sobra. Además, estoy muy calentita aquí y mucho más envuelta en la bufanda morada que me ha regalado mamá, qué bonita es y cómo abriga.
Madre, la que está cayendo y no me he dado cuenta de coger el paraguas. Por lo menos me bajo en Atocha para coger el metro y estoy a cubierto, espero que cuando llegue a mi destino haya dejado de llover.
Preparada para bajarme o por lo menos intentarlo, que está el andén de gente que no cabe un alfiler. Por favor, dejen salir antes de entrar… jolines, qué agonías es la gente.»
Enrique (87 años)
«Hace tiempo que no cojo el tren y menos tan temprano, debe ser hora punta porque hay muchísima gente. Voy a avanzar un poco por el andén a ver si más adelante hay menos aglomeración. Sí, aquí parece que es un buen sitio.
Mira, ya llega el tren, con un poco de suerte me puedo sentar o sino agarrarme bien, que ya no tengo la estabilidad que tenía antes.
Ah, muchas gracias señora. Qué amable la mujer, me ha cedido su asiento, me alegra ver que todavía queda gente con educación en estos tiempos que corren.
Recuerdo cuando iba a trabajar en tren y tenía que cogerlo todos los días. No era como ahora que pasa con bastante frecuencia; si perdías uno, te tocaba esperar una media hora hasta que pasaba el siguiente, así que me pegaba unas carreras… Muchas veces corría para nada, pero cuando lo pillaba por los pelos, la alegría era inmensa, media hora que me evitaba de aburrida espera y, según la época que tocara, como la estación era al aire libre, en muchas ocasiones me tocaba pasar calor o frío.
Mejor me voy a quitar el abrigo y la gorra que hace calor aquí, no sé cómo esa joven no se quita esa enorme bufanda morada, tiene pinta de abrigar mucho.
Pues sí que viaja gente en el tren, se ha llenado el vagón y sigue subiendo más todavía. Yo sigo camino hasta Alcobendas, allí me espera mi hermano para ir al hospital, confío en que todas sus pruebas estén bien.»
Diana (42 años)
«Próxima parada: Getafe Central. Tengo que ir afinando la frenada, todavía me falta cogerle el punto… A ver, a ver, bueno más o menos, me ha quedado un poquito para clavarlo porque me he ido ligeramente hacia delante, pero por lo menos voy mejorando.
Es mi primera semana como conductora de tren y la verdad es que estoy encantada, es un trabajo muy cómodo y me gusta mucho, qué suerte haber aprobado el examen para trabajar aquí, por fin un trabajo estable.
Me encanta cuando está el andén lleno, voy llegando y veo a todas esas personas esperando mi tren para hacer sus desplazamientos y, luego, cuando los recojo a todos y cierro las puertas, veo por el retrovisor cómo se queda el andén completamente vacío. Es un contraste curioso, la escena varía en apenas unos segundos: del mogollón a la tranquilidad.
Venga, salimos ya, voy cerrando… No, un momento, viene una muchacha corriendo, la espero que está a punto de entrar…, ya está, continuamos. De momento soy de las que se suele esperar si veo a alguien corriendo para coger el tren, pero tampoco puedo hacerlo siempre porque debo cumplir con los horarios. Si puedo, me espero, a ver si sigo así con el paso del tiempo, espero que sí…
Vaya, parece que hay acumulación de trenes y tengo que ir haciendo paradas entre estaciones, será cosa de la lluvia, que está cayendo agua a base de bien. Bueno, yo sigo órdenes de la central, que las circunstancias mandan, pero probablemente algún pasajero se estará acordando de mi familia, casi seguro.
Por fin llegamos a Atocha, ha costado… Mucha gente se baja aquí y no es menos la que se sube, llevo el tren hasta arriba. Bueno, qué le vamos a hacer, por lo menos yo me libro de sufrir el rol de viajero, que ya bastante lo viví en mi época de estudiante…
En fin, vamos a continuar, a ver si termino esta jornada tan pasada por agua y agilizo el ritmo ahora que entramos en los túneles, y ya sí que no espero a ningún rezagado que bastante retraso llevo. ¡Reanudamos marcha!»
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